Capítulo 14

293 52 6
                                    

Trevor me ha dicho que llegaría a las nueve y media, pero han pasado casi veinte minutos y no hay ni rastro de él. Y si quiero llegar a la hora acordada al punto de encuentro, no puedo seguir esperando.

Ideas horribles no dejan de cruzarse por mi mente. ¿Le habrán pillado? ¿Estará muerto? ¿Herido? Trato de decirme que solo se habrá desviado, quizá por culpa de una patrulla. Es posible que me esté esperando con los demás. Muy posible. Le escribo, pero no responde. Quiero creer que es normal. Yo también dejaré mi móvil sobre la mesilla. No queremos que nos rastreen, lo hemos acordado todos juntos, sin decir nada que nos delate, claro. Al menos los que hemos quedado, algunos se han negado a salir y dejar a sus familias atrás, otros ni siquiera han respondido. Lo entiendo, no voy a obligar a nadie a hacer nada peligroso, pero yo no puedo seguir aquí, y si alguien quiere venir, es el momento.

He dejado una nota a mi madre. No se me ocurre qué otra cosa hacer. Ella no está para salir, si se pone a gritar o cualquier otra cosa ahí fuera... Primero encontraremos una salida, quizá pueda buscar ayuda y después volveré a por ella. Así que he escrito una nota y la he pegado en la nevera. Le he pedido que tenga cuidado y se quede en casa, le he prometido que volveré a por ella. Espero... Espero que lo haga. Que esté bien.

No puedo esperar más. Me cuelgo la pesada mochila a los hombros y me abrocho la chaqueta hasta el cuello, porque hace frío fuera. Llevo comida, agua y algo de ropa de recambio. La he metido más que nada para que las latas no hagan ruido entre sí, porque ahora mismo, cambiarme de ropa es lo que menos podría importarme.

También llevo la pistola, va en el bolsillo trasero de la mochila. Sé que no es el mejor lugar, pero me da miedo que se me caiga y pegarme un tiro yo sola. Y me parece un miedo muy legítimo, así que la he metido con el seguro en el bolsillo de fuera. Luego me he obligado a no pensar en ella.

Saco una pierna con dificultad por el quicio de la ventana. La mochila pesa realmente mucho y las botas que me he puesto también, pero son muy calentitas por dentro y me ha parecido la mejor opción. También me he escondido un cuchillo de cocina, que corta un montón, entre la bota y el calcetín. He perdido un par de minutos muy valiosos en pegar la funda con silicona caliente a la piel interna del calzado, pero ha merecido la pena, porque no se ve y es muy cómodo para sacarlo y para no cortarme al caminar.

Estoy a punto de caerme, por culpa del peso añadido de la mochila. De hecho, aterrizo con más fuerza de la que pretendía, pero mantengo el equilibrio y suspiro con alivio. Lo he conseguido, estoy fuera. Aspiro con placer, pero huele a desinfectante o algo parecido, ese olor no tiene nada de placentero.

Tengo prisa. Casi me he olvidado con la emoción y la adrenalina. Me estiro un poco, porque llevo demasiado tiempo encerrada en casa y salgo corriendo, sujetando la mochila con una mano hacia mi espalda para que las latas no vayan botando. Lo único que me falta es que se me dispare la pistola.

Apenas he recorrido dos calles, cuando una luz se enciende delante de mí, cegándome un segundo. Pongo la mano libre delante y parpadeo. Distingo un coche militar. ¡¿Estaban esperándome?! Parecían saber que iba a pasar por aquí, no están de patrulla, están plantados.

Salgo corriendo, pensando a toda prisa una ruta alternativa que me aleje de ellos. Atravieso un pequeño parque, y dejo atrás el vehículo. No me he dado cuenta del ruido que hacía el motor hasta que no he dejado de oírlo, en realidad. Salto una valla muy baja y atravieso un callejón entre dos bloques. Alguien me sujeta la boca con fuerza y me pega contra la pared. Grito contra la mano mientras me inmoviliza.

―¿Leslie? ―pregunta una voz que reconozco.

Quiero llorar, pero solo consigo gimotear contra sus dedos, que no se apartan de mis labios. No le veo, pero parece muy serio.

La Contención - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora