Capítulo 16

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Cierro con la llave que sigue en la cerradura y cojo el resto.

―Son... zombis... ―murmura Ginna aterrada.

Tiro de su brazo. No tengo tiempo para ponerles nombre, no es buena idea. Uno golpea el cristal, manchándolo de sangre. Ginna y yo gritamos a la vez.

―Tenemos que salir, van a romper el cristal ―le digo, tirando de su mano de nuevo.

―¡Son malditos zombis! ―me grita Ginna de nuevo.

Supongo que es un ataque de pánico, así que le pego una bofetada. Me mira indignada y si no fuera porque otro zombi ha golpeado el cristal, me reiría.

―Tenemos que movernos, Ginna ―le digo.

Asiente al fin. Me alegro de que reaccione. No le he dado tan fuerte, o eso creo. Corremos de vuelta al despacho. El resto ya se han levantado y nos miran asustados. Recojo mientras Ginna les explica de forma atropellada lo sucedido. Meto el pequeño botiquín en la mochila con el resto de cosas y saco la pistola. No sé para qué, no sé si podría disparar ni siquiera a un zombi, pero prefiero llevarla cerca.

―¡Nos atacan los putos zombis! ―dice Ginna.

―No tiene gracia, Ginna ―asegura Maddison.

―No es un chiste, lo dice en serio ―aclaro―. Saldremos por detrás. Esperemos que esté despejado. Hay que moverse, porque el cristal no va a resistir y no quiero que nos quedemos aquí encerrados.

―¿Dónde vamos a ir? ―pregunta Andrew.

―No tengo ni idea, pero no podemos quedarnos.

En menos de un minuto todos volvemos a estar con las mochilas colgadas de la espalda y listos para irnos. El cristal aún resiste, pero no lo hará mucho tiempo. Le paso a Ginna las llaves, para que vuelva a abrir la puerta del almacén. Reviso por la ventana que separa la tienda de la rebotica justo a tiempo de ver el cristal resquebrajarse.

Se encienden unas luces parpadeantes dentro de la farmacia. Es una alarma. Está sonando una maldita alarma. Junto a las luces amarillas y naranjas brillantes suena un sonido estruendoso. Suficiente para que lo oiga media ciudad.

Ginna consigue abrir al segundo intento. Los cristales rotos suenan sobre el estruendo de la alarma. Cerramos tras nosotros. Ginna vuelve a girar la llave en la cerradura. Olivia ilumina el almacén con su linterna, pero parece vacío. Por suerte.

―¿Dónde vamos? ―pregunta Maddison.

Los golpes llegan a la puerta a nuestra espalda. No sé dónde ir, pero hay que salir antes de que descubran que si dan la vuelta tendrán un bocado fresco.

―¿Tienes las llaves de la panadería de tus padres? ―le pregunta Andrew.

―Sí, claro.

―Quizá sea nuestra mejor opción ―murmura el chico.

Asiento. Me vale lo que sea. Olivia sale la primera y alumbra con la linterna antes de que pueda decirle que no es buena idea. Que yo sepa es lo que ha atraído a esos seres antes. Aunque, por otro lado, si nos encuentran, mejor verlos venir que toparnos con ellos de golpe sin poder verlos.

―Lo mejor es rodear por la tercera y girar por la sexta ―sugiere Ginna, nerviosa.

Estamos de acuerdo con ella, no es un camino muy rápido, pero al menos esquivaremos la puerta de la farmacia. ¿De dónde han salido todos esos seres? Corremos por el parque, olvidadas las precauciones de ir pegados a los edificios y agachados, pero no vemos a más. ¿Eso era lo que estaba bajo la ventana de mi madre también? Parecía diferente... No lo entiendo.

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