Capítulo 37

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No me muevo, le dedico una sonrisa que pretendo que sea de circunstancias a Zero y devuelvo la vista a las pantallas, pero ya no estoy viendo absolutamente nada. Tengo la mirada nublada y los pensamientos muy lejos de aquí. Bueno, no tan lejos, en los aproximadamente diez metros y cien militares que me separan de la libertad. Y ni me atrevo a contar a los monstruos. Uno está a solo dos pasos de mí.

No puede ser.

¿No?

Pero Olivia lo ha visto. Y he entendido su maldito mensaje, aunque preferiría no haberlo hecho. Me cuesta respirar. Me esfuerzo en hacerlo de forma que no haga mucho ruido, al menos, pero de pronto me siento como si el oxígeno no llegase a mis pulmones. Ojalá hubiera cogido el inhalador de Bradley. Lo llevaba, pero lo perdí en algún momento, no sé cuándo. Quizá se quedó en la mochila en el centro comercial.

Creo que me voy a desmayar. Ya no sé si de dolor, o de otra cosa. Aun así, creo que eliminar el dolor no va a perjudicarme. Tendré que salir corriendo en cualquier momento y el pie vuelve a darme pinchazos desde hace un buen rato. Así que me trago dos pastillas de golpe. Me atraganto, porque tengo la boca algo seca.

Zero me da un par de golpecitos en la espalda, como si estuviera preocupado por mí. ¡Por mí! Murmuro un agradecimiento cuando trago y puedo volver a respirar, aunque sigo haciéndolo de forma superficial.

Vuelve a agarrarme cuando estoy planteándome si puedo ser suficientemente rápida para salir corriendo y abrir la puerta antes de que me pille. Si llego hasta Dylan... Doy un gritito y le miro. Alza una ceja.

―Estoy nerviosa por salir ahí ―miento, señalando con un gesto a los militares.

Asiente una vez y señala una pantalla. Al principio no entiendo nada. Luego veo a Bradley. ¡La madre que lo parió! Se cruza delante del tanque. El terror que me recorre la columna sin cesar se vuelve más intenso. Veo entonces que los zombis están atacando a los militares. Este sitio debe estar insonorizado, porque no oigo absolutamente nada, pero en la pantalla veo destellos, tiros y el tanque, que suelta luz por arriba y luego humo. ¿Ha... explotado?

Los zombis no atacan a mi hermano, tardo en darme cuenta. Y luego veo que no solo es que no le ataquen, es que le están ayudando, protegiéndole de los militares. Mi hermano apunta a un militar y a... ¿es la madre de Ginna? La cámara no es muy buena, pero estoy segura de que es ella.

Miro de reojo a Zero. Sonríe de medio lado. Me fijo mejor en él, aunque no me atrevo a girarme directamente. Sus heridas ya no sangran. De hecho, dudo que tenga heridas ya. Su piel ha sanado tan milagrosamente como la de Bradley y la de Trevor. ¿Es uno de los diez niños con los que experimentaron? La verdad me golpea en el estómago como un puñetazo cuando pienso en ello y me pregunto cómo no lo he pensado antes: Zero.

Es tan obvio que creo que por eso no se nos ha pasado por la cabeza. No es uno de los diez niños, es el original. Por eso ha venido a esta sala. Él se llevó a Olivia. Técnicamente es el padre de mi hermano, lo cual es jodidamente siniestro.

Me pregunto qué edad tendrá. Ya me lo pregunté en su día, pero tampoco sé la respuesta. Diría que entre veinte y treinta, no parece mucho mayor, pero quizá sí lo sea. Es desconcertante. También recuerdo las cicatrices que le vi el primer día, bajo su pelo rubio, y me pregunto si son de los experimentos. ¿Le torturarían? ¿Le harían daño? Seguro que sí. La gente de esta ciudad, los científicos, médicos y militares no tienen nada de buenos. Pero si Zero de verdad es el paciente original y ha hecho daño a mis amigos, tampoco puede ser el bueno. Si Trevor podía controlar a los zombis él también puede hacerlo, seguro. Y dejó que mordieran a Maddison y que inyectasen a Andrew. Y se ha llevado a Liv. Ella me ha advertido de él, porque sin duda no trama nada bueno.

La Contención - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora