Interludio

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―¿Qué ves ahora? ―pregunto a Liv, arrodillándome a su lado

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―¿Qué ves ahora? ―pregunto a Liv, arrodillándome a su lado.

Lleva nerviosa desde que nos hemos separado de los demás. Yo también lo estoy, pero en su caso me parece más preocupante. Acaricio su mejilla y me dedica una sonrisa triste. Coloca su mano sobre la mía entonces y apoya la cara contra mi palma. La acaricio con suavidad con el pulgar, mientras me mira con sus ojazos muy abiertos.

―Lo veo todo negro ―me dedica otra sonrisa triste y yo solo puedo inclinarme hacia delante y apoyar mi frente con la suya.

―Saldremos de esta, ya lo verás.

―Eso es lo que me temo. Que saldremos de aquí, pero no será como deseamos.

―¿Crees que el mundo se ha ido a la mierda? ―pregunto confusa.

Jamás hemos hablado de lo que habrá fuera. Quizá porque nunca hemos creído en la posibilidad de salir de aquí.

―No. Aún no.

Quiero preguntarle más. Quiero saberlo todo. Desde el primer día me di cuenta de que Liv sabía cosas que no debía saber. Supo cosas de mí que ni siquiera Alix sabía. No sé qué le han hecho, pero según ella estuvo en el laboratorio de niña y puedo imaginármelo. Yo no era una niña cuando me torturaron en aquel horrible lugar y lo único que deseo es protegerla. Un sentimiento extraño que hasta ahora solo me habían despertado mi hermana y Dylan.

Al menos, gracias a Liv, pude prepararme para la muerte de mi hermana. Cuando se me pasó el ansia homicida porque me dijese que estaba muerta y me senté a hablar con ella... No es que tuviera todos los detalles, pero sabe cosas. No sé cómo, pero sabe muchas cosas. Sobre todo del pasado y de lo que está pasando. Dice que sueña con ello, pero no sé. Y sea magia o ciencia, solo sé que acierta. Y que vamos a ciegas ahora, porque ha dejado de ver, y eso da miedo.

―Mi padre fue a mi habitación el mismo día que decidimos escaparnos. Me asusté. Ni siquiera entendí que era mi padre, Jota.

―Pensé que lo tenían en el laboratorio, que creíais que estaba muerto.

―Sí. No creo que esté vivo.

―Entonces como fue a... Oh. ―Guardo silencio al darme cuenta de que piensa que es uno de esos seres. Que uno de esos monstruos es su padre y fue a verla―. ¿Crees que... conservan algo de humanidad?

―No. No lo sé. Debería saberlo, ¿no?

―No esperamos que lo sepas todo, Liv. Nadie espera que tengas respuestas ―le digo sincera.

―Yo lo espero. Debería saber qué ha pasado con mis amigos y cómo salir de aquí, pero no lo sé. Es horrible.

―Es como vivimos el resto ―bromeo, antes de darle un beso muy suave en los labios―. Deberías dormir.

Después de pasar el día buscando por la muralla algún punto débil por el que poder cruzar a la siguiente fracción, nos hemos refugiado en un despacho a pasar la noche. O descansar un poco, porque ya el concepto «día-noche» no tiene ningún sentido.

―Duerme conmigo ―me pide.

No puedo resistirme si me mira con ese miedo. Así que me tumbo a su lado y la rodeo con mis brazos. Beso su frente un par de veces y dejo que se apoye en mí. Zero ha salido a vigilar, hace el primer turno, así que no pasa nada porque duerma un par de horas. Luego me avisará para cambiar.

En cuanto se tumba conmigo y acaricio su pelo se relaja notablemente. Yo también lo hago. Al menos hasta que murmura:

―Esta será la última vez que durmamos en esta ciudad.

Durante unos segundos no me atrevo a moverme, ni a decir nada. Al final la curiosidad vence al miedo.

―¿Y luego?

―Todo está negro ―repite.

No insisto, me limito a acariciar sus mechones de pelo, que están algo pegados por la falta de una ducha en condiciones y por el sudor. Me da igual, en realidad, me gusta tocarla incluso así. Hace que me sienta mejor. Y noto que ella también se siente mejor.

Se duerme enseguida. Emite un ligero ronquido que me parece adorable. Es muy suave y casi sería imposible de apreciar si no fuera por el silencio del sitio. Creo que el sonido es más relajante que otra cosa, porque acabo adormilándome yo también solo escuchándola. Y al final debo dormirme del todo, porque lo siguiente que sé es que alguien grita.

―¡No, no, no! ¡Ella no! ―grita y tardo en entender que es Liv. Tiembla entre mis brazos. Sigue dormida―. ¡Soy yo! ¡A mí es a quién buscáis! ¡Dejadla!

―Eh, cariño, despierta ―le pido, meciéndola con suavidad―. Ya ha pasado, solo es una pesadilla. Una pesadilla común. Mírame.

Abre los ojos al fin, parpadeando y temblando contra mi pecho. Me siento para buscar la linterna y que vea que no pasa nada. Si es que en este mundo de pesadilla es posible alejar los malos sueños. Sin embargo, grita antes de que alcance la luz.

*

Me siento de golpe y un dolor horrible me recorre desde la nuca hasta la nariz, centrándose especialmente en la coronilla. Tengo la linterna en la mano. No sé cuándo la he agarrado. Ni siquiera sé qué ha pasado. Enciendo la luz para descubrir que estoy sola en el despacho. Me llevo la mano a la parte que más me duele y luego devuelvo mis dedos al frente para ver que están llenos de sangre. ¿Qué ha pasado?

―¿Liv? ¿Dónde estás? ―pregunto, aunque hablar duele una barbaridad.

Miro alrededor, porque no responde y no hay ni rastro de ella. Detrás de mí hay una palanca ensangrentada. ¡¿Alguien me ha golpeado con una maldita palanca?! Me levanto a toda prisa y luego tengo que doblarme a vomitar. Estoy mareada. Creo que tengo un puto traumatismo, pero me da igual. En cuanto logro parar de vomitar (agua y una lata de atún que es todo lo que he comido) salgo del despacho sin dejar de mirar alrededor.

Los monstruos comecaras no golpean con palancas. Ha tenido que ser alguien humano, de carne y hueso. Veo gotas de sangre por el camino, que llegan hasta la calle. Silbo, para que Zero se acerque. ¡¿Cómo se le ha colado alguien sin que lo vea?! Nadie viene y la idea de que esté muerto, herido o que se lo hayan llevado también, me hace vomitar de nuevo. Aunque quizá tiene que ver con que toda la calle se mece como si estuviera mirándola desde un barco. Tengo que agarrarme a una pared para centrar la vista y no funciona del todo.

Unos seres tambaleantes se me acercan entonces. No sé cuántos son. Se mueven tanto como los almacenes. No puedo pelear así. Lo único que quiero es volver a vomitar. Ni siquiera puedo correr, pero si dejo que el rastro de sangre de Liv se enfríe nunca daré con ella. No quiero perderla como a Alix. Yo debía protegerla, era mi maldito deber, y dejé que se la llevasen y la matasen. No puedo dejar que a Olivia le pase lo mismo. No lo soportaría.

Así que trago saliva y vómito, y corro calle abajo siguiendo las gotitas. Disparo a un ser, no sé si le he matado, pero al menos se tambalea y puedo pasar a su lado. Dudo que yo tenga mejor aspecto que ellos ahora, pero me da igual. No voy a dejar que le hagan daño a Olivia. Los encontraré. La salvaré. Los mataré.

 Los mataré

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