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Emilie apenas me mira el viernes por la mañana

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Emilie apenas me mira el viernes por la mañana.

Compartimos una sola clase, literatura, pero nos encontramos varias veces en los pasillos y en la cafetería y en ninguna de esas ocasiones me miró o hizo el amago de querer acercarse. No es que me moleste, puede hacer lo que se le dé la gana, pero creí que después de anoche seríamos… ¿amigos? No lo sé. Supongo que esperaba más. Pero Emilie Ainsworth es una caja de sorpresas. Nunca sabes lo que te vas a encontrar. Lo descubrí ayer, cuando vi su pintura, nuestra pintura.

Sacudo la cabeza e intento concentrarme en álgebra, mi última clase antes de poder irme de este infierno. El profesor —cuyo nombre ni siquiera me molesté en intentar aprender— escribe cuentas ridículamente fáciles en el pizarrón. Todos a mi alrededor se ven perdidos, como si les hablaran en chino mandarín. Desvío mi vista hacia mi cuaderno y continúo con un garabato que comencé hace un rato. Eso, por supuesto, no pasa desapercibido para mi querido profesor.

—¿Pierce? ¿Se puede saber qué está haciendo en ese cuaderno?

Elevo la mirada y encojo un hombro antes de responder:

—Estoy dibujando.

Eso parece sacarlo de sus casillas.

—Sí, Pierce, puedo ver que está dibujando. Pero ¿por qué lo hace en lugar de prestar atención a mi clase?

Señalo las cuentas en el pizarrón.

—Porque eso ya lo sé y estaba aburrido.

—Con que ya lo sabe, eh. —Se ajusta los lentes. Tiene las orejas coloradas de ira—. Bien, entonces pase al pizarrón y haga esa cuenta.

Bufo pero hago lo que pide. Si lo desobedezco, llamará al director y no necesito más problemas ahora.

La cuenta es asquerosamente fácil, y lo demuestro al terminarla en menos de un minuto. El profesor me mira con rabia contenida. Es obvio que quería que me equivocara.

«¿Y a este qué? ¿No debería estar feliz porque soy bueno en la materia o alguna mierda de esas?».

—Bien hecho, Pierce —dice de mala gana—. Puede volver a su asiento.

Eso hago pero me detengo al oír una voz que proviene del fondo del salón.

—Miren, el drogadicto sabe álgebra.

Varios alumnos ríen y, si bien el profesor no lo hace, al no decirles nada se vuelve parte del problema. Si decides no hacer nada, ¿no estás de alguna manera tomando una postura?

«No pierdas tu tiempo con ellos. Solo quieren molestarte».

Me siento e intento ignorar los comentarios que, pese a que buscan ser hirientes, sólo me hacen sentir lástima del pobre chico con una vida demasiado aburrida como para tener que preocuparse de la de los demás.

Hasta que las estrellas dejen de brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora