(Meses después)
—¿Así está bien? —Aiden pregunta moviendo el cartel con el nombre de nuestra bebé.
Frunzo los labios acariciando mi vientre de ocho meses y medio.
—Un poco más a la derecha.
Él mueve el cartel sin rechistar hasta que queda perfecto y ese Sophie que pinté yo misma se ve centrado.
Baja de la escalera y se aproxima a la silla donde yo estoy comiendo papitas.
—Deja algo para mí —me dice, tomando un puñado.
Le lanzo una mirada de muerte.
—Yo soy la que tiene una bebé dentro y pesa un millón de kilos, así que las papitas son mías.
Una oleada de orgullo me recorre cada vez que logro hablar sobre comida sin sentirme culpable, a pesar de que hace años que superé mi problema.
Él levanta las manos, dándose por vencido y mira alrededor. Es un cuarto muy bonito. Los dos trabajamos para que lo sea. Paredes rosa suave con dibujos que hicimos juntos, la cuna y un baúl con juguetes que definitivamente no va a usar al principio pero igual compramos y nos regalaron —especialmente mi padre, quien está muy emocionado por ser abuelo por segunda vez—.
Tal vez no sea el mejor cuarto ni el que tenga más cosas pero fue hecho con amor y eso es lo que importa.
Aiden hizo lo que dijo: comenzó a dar clases de arte a niños dos veces por semana y entre eso, los cuadros que vende y mi trabajo —que tuve que dejar a finales del séptimo mes porque ya no podía ni caminar dos pasos sin cansarme— tuvimos suficiente para comprar todo lo que necesitamos.
—No puedo creer que en dos semanas tendremos una bebé aquí —murmura Aiden con una sonrisa.
—Nuestra bebé.
—Sí. Nuestra.
Y como hace todos los días desde que descubrimos que estaba embarazada, se arrodilla y le habla a mi vientre. Lo acaricia con cariño y es imposible que mis ojos no se humedezcan.
—Hola, amor —le dice—. ¿Cómo está todo ahí dentro? ¿Estás cómoda? Espero que sí. Solo quería decirte que te amo y muero por conocerte. Serás muy amada, Sophie.
Llegados a este punto ya estoy llorando. Aiden no se alarma, es algo normal últimamente. Veo películas de perritos, lloro. Hablo con papá, lloro. Veo ropa de bebé, lloro. No queda más chocolate, lloro.
Hago una mueca cuando una punzada particularmente fuerte en mi espalda y abdomen me hace inclinarme. Aprieto los dientes y la mano de Aiden. Cuando pasa, levanto la vista para ver a mi novio, que se puso pálido de repente.
—¿Estás bien?
—Sí. Son las contracciones de Braxton Hicks. Ya pasó.
—¿Segura? Tal vez deberíamos…
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Hasta que las estrellas dejen de brillar
RomancePara todo el que la mire, Emilie Ainsworth es perfecta. Pero Emilie odia todo sobre ella, así que finge. Finge que no le duele que su madre nunca vea nada bueno en ella. Finge que ama a su novio. Finge que ya no le gusta el arte. Finge que no está m...