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Algo malo va a pasar

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Algo malo va a pasar. No sé cómo estoy tan segura ni por qué, pero así es. Algo va a suceder. Tengo una sensación extraña en el pecho.

—¿Estás bien? —me pregunta Aiden con el ceño ligeramente fruncido al verme.

Sacudo la cabeza para despejarme e intento sonreírle.

—Sí. Sí, por supuesto. Solo un poco cansada.

—¿No dormiste bien?

«Últimamente no duermo».

—No —contesto, evitando su mirada—. Me quedé despierta hasta tarde viendo una serie.

—Emilie… —Su tono se voz se asemeja al de mi padre— debes dormir.

—Lo sé, lo sé. Dormiré al llegar a casa.

Abre la boca para contestar pero unos gritos lo interrumpen.

—¿Qué demonios…?

Nos acercamos, al igual que el resto de los estudiantes. Los gritos provienen del laboratorio de química.

—¡Basta! ¡Déjame! ¡Ayuda! ¡Ayuda!

Cuando los gritos sin sentido se vuelven palabras, todos corremos. Alguien abre la puerta y pronto todos estamos adentro. La imagen se quedará grabada en mi retina para siempre.

Jackson sostiene del cuello a la chica con la que tuvo algo a principio de año. Su ropa está rasgada, dejando expuestos sus pechos. Y su rostro está lleno de lágrimas y temor. Y así es como lo sé, esta no ha sido la primera vez.

—¿Qué carajos? —Aiden espeta—. ¡Suéltala, Moore!

—No es tu puto problema, Pierce —le espeta Jackson—. Váyanse todos.

—¡Dije que la sueltes, hijo de puta!

Como Jackson no reacciona, Aiden se abalanza sobre él y lo aparta. La chica se aleja con pasos temblorosos, como si en cualquier momento fuese a desmayarse. Su piel morena está pálida y sus ojos aletargados. Me precipito a sostenerla cuando noto que, efectivamente, va a desmayarse.

Hay un pitido en mis oídos. Temo que yo también vaya a desmayarme.

«Iba a abusar de ella. Ya lo hizo. Lo hizo y tú colaboraste para que la maltrataran. Eres una basura».

—¡¿Acaso nadie te enseñó a respetar a una mujer, hijo de puta?! ¡¿Eh?! —Los gritos de Aiden llegan a mí como un sonido lejano.

Alguien llega a mi lado y chasquea sus dedos frente a mí. Intento enfocar su rostro.

—¿Allan?

—Sí. —Traga saliva y ve hacia su amigo—. No tenía idea… El director viene hacia aquí.

—Eso es bueno.

Me siento demasiado débil. Demasiado abrumada.

—¿Emilie? ¡Emilie!

Su voz es lo último que escucho antes de caer en la inconsciencia.

Lo primero que veo al despertar es una habitación blanca

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Lo primero que veo al despertar es una habitación blanca. La enfermería del instituto. Aiden está a mi lado, sosteniendo mi mano. Tiene un pequeño corte en la ceja pero no parece importarle mucho. Cuando sus ojos conectan con los míos, noto la preocupación que hay en ellos.

—Hey. —Su mano aparta mi cabello de mi rostro—. ¿Cómo te sientes?

—Bien. —Una mirada seria basta para que diga la verdad—. Débil. Cansada. ¿Ella está…?

—Está bien. Sus padres vinieron a buscarla. El director llamó a los de Moore, también. Será expulsado y ya es decisión de Olivia presentar cargos o no.

Olivia. Todo este tiempo estuve ayudando a Abby a hacer su vida miserable y ni siquiera sabía su nombre.

—Yo… yo debí saberlo. Debí… —Mi voz se quiebra.

—No tenías cómo. Ese hijo de puta fue bueno ocultándolo.

—Pero yo… dejé que Abby…

—No es tu culpa. Sé lo que sientes pero no es así. No hay nada que puedas hacer para cambiar todo esto.

Cierro los ojos y entierro el rostro en su pecho, queriendo borrar las últimas horas de mi memoria.

Pero la enfermera aparece con expresión seria.

—Me alegra que estés despierta. —¿Realmente le alegra? Porque no se nota—. Tu amigo te salvó de un buen golpe.

—¿Allan?

Ella asiente.

—No sé cómo logró sostenerte a ti y a la señorita Carter al mismo tiempo. —Se aclara la garganta—. Quería hacerte unas preguntas. ¿Desayunaste antes de venir?

Un nudo se forma en mi garganta.

—Uhm sí, claro.

Sus labios se fruncen.

—¿Qué desayunaste?

—Huevos revueltos. —La mentira se siente natural.

—¿Duermes bien?

—Uh sí. Bueno, a veces no tanto pero…

—¿Tienes problemas con el control?

—¿Disculpe?

—He escuchado lo que sucede últimamente a tu alrededor. Un montón de cosas fuera de tu control. ¿Tienes problemas con eso?

Trago saliva.

—No.

Ella suspira.

—Creo que deberías ver a un médico. Y a un psicólogo.

—¿Un… qué? —Una risa nerviosa se me escapa—. No, yo estoy bien. Solo me desmayé por el impacto y…

—Escucha, cuando tenía tu edad tuve anorexia nerviosa. Sé cómo es. Y créeme, no quieres que se ponga peor.

—¿De qué…?

—Tienes la piel amarillenta, tu presión arterial es más baja de lo que debería, tus dedos están azules y por lo que veo tu peso está lejos de ser saludable.

El pánico me paraliza.

—Eso no significa nada.

—No quieres verlo, y no vas a querer hacerlo, pero cuando tengas un diagnóstico todo será mejor porque estarás un paso más cerca de sanar.

Me mira unos momentos más y se va.

Aiden tiene los ojos muy abiertos.

—¿Anorexia nerviosa? ¿Qué quiso…?

—Nada. No quiso decir nada.

No puedo dejar que mi mayor temor se vuelva realidad, y decirlo lo hará, así que callo. Callo aunque en mi interior el miedo esté haciendo estragos.

Hasta que las estrellas dejen de brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora