Epílogo

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8 años después

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8 años después.

La observo hablar con una pareja sobre una pintura que llegó hace unos días. Mi rubia mueve las manos luciendo segura de sus palabras y jodidamente caliente. Aunque ella siempre se ve caliente para mí.

Hace tres años decidimos abrir una galería de arte donde otros pudieran compartir su talento. Fue difícil pero trabajamos duro para lograrlo. Hoy en día, es una de las galerías más visitadas del país.

Cuando acaba, me ve y camina hasta mí con una sonrisa enorme en los labios.

—Hola, señor Pierce. No esperaba verlo aquí tan pronto.

—Hola, señora Pierce. —Le rodeo la cintura con las manos y le doy un beso corto en los labios—. Acabé pronto con el encargo. La señora Inés dijo que le encantó. Además, moría por verlos.

—Ya que estás aquí, dile a tu hijo que deje de moverse allí adentro. —Acaricia su vientre hinchado de seis meses—. Si sigue así me dejará los órganos abollados. No soy su pelota de fútbol.

Sonrío antes de arrodillarme para hablarle a mi pequeño campeón.

—Hey, Sirio, ¿qué estás haciendo con mami? No debes lastimarla. Ella te lleva a todos lados. Lo mínimo que merece es que seas bueno con ella.

Elegir el nombre no fue difícil. Emilie lo propuso apenas supimos que estábamos esperando un niño y yo adoré la idea.

Una fuerte patada contra mi mano me hace sonreír aunque le arranca un quejido a mi esposa. Sirio es un niño activo, todo lo contrario a su hermana mayor, Sophie, que se pasó todo el embarazo dando patadas suaves y casi imperceptibles.

—No sé cómo voy a aguantar casi tres meses más.

Me pongo de pie y la tomo de los hombros.

—Tú puedes. Yo sé que sí. Vamos a buscar a Sophie y luego iremos a casa para que te dé un masaje. ¿Te parece bien?

Sus ojos se iluminan con la palabra masaje.

—Me parece perfecto.

Habla con Laurie, una de las chicas que trabaja con nosotros, para decirle que queda a cargo, y luego salimos. Nos subimos al auto que compré cuando quedó embarazada de Sophie. Quería ser capaz de llevar a mi chica al hospital cuando el momento llegara así que retomé las sesiones con Hawkins para perder mi miedo. Fue difícil como la mierda pero lo conseguí. Tal vez tomo muchas precauciones pero me hace feliz saber que ahora puedo llevar a Emilie a sus consultas con el doctor o a Sophie a jugar con sus amigos cuando quiera.

El camino a la casa de Amelie y Matt es bastante corto, pronto estamos bajando y entrando en la propiedad. Emilie va a hablar con Amelie mientras yo voy a buscar a Sophie, que juega en el patio bajo la atenta mirada de Matt.

—¡Papi! —grita mientras corre hacia mí para abrazarme. Rio y la sostengo con fuerza aspirando su aroma a bebé aunque esté mezclado con sudor y suciedad.

Hasta que las estrellas dejen de brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora