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Ya llevo más de dos meses de terapia

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Ya llevo más de dos meses de terapia. Me gustaría poder decir que ya estoy bien pero sería mentira. Comer sigue siendo una tarea titánica, sigo llorando por las noches y los comentarios de mis compañeros —aunque mermaron un poco— siguen afectándome. La única diferencia es que ya no estoy sola. Siempre estoy acompañada de Amelie, Matt o Aiden a la hora de comer, y ellos me dan mi espacio. Si ese día siento que no puedo, lo aceptan y me abrazan. Cuando lloro y siento que el mundo se me viene encima, solo necesito llamarlos y están para mí.

Usualmente, llamo a Aiden para no molestar a mi hermana ni a mi cuñado. Y él me escucha. Él siempre me escucha. Y cuando algo me hace sentir mal, él me abraza y me dice que soy su Sirio. Aún no sé qué significa eso. No me ha respondido ninguna de las veces que le he preguntado. Sólo sonríe, como si fuera un secreto.

Últimamente sonríe más y llora menos. Eso me alegra. No hay nada que disfrute más que verlo sonreír.

—¿A dónde vamos? —le pregunto mientras lo sigo.

—Ya verás —responde con una sonrisa pícara.

Seguimos caminando por lo que parecen horas cuando en realidad solo son minutos hasta que comienzo a reconocer el camino como el que solíamos tomar para ir a nuestro parque. Al llegar, nos sentamos bajo ese árbol que hicimos nuestro y miramos hacia arriba. El cielo está despejado, dejando ver unas estrellas preciosas.

—Cuando era pequeño, mi madre solía hablarme sobre las estrellas —comienza a decir en voz baja—. Le obsesionaba una en particular. Sirio. —Mi cabeza se mueve hacia él de golpe—. Tenía una teoría sobre las personas y esa estrella. Decía que todos éramos el sirio de alguien, que esa persona era la única capaz de ver nuestra luz. ¿Recuerdas lo que te dije sobre Sirio cuando nos conocimos?

Asiento con un nudo en la garganta.

—Dijiste que era la estrella más brillante visible desde la Tierra.

—Pues tú eres el Sirio que ilumina mi vida.

El mundo se detiene. Mi corazón se para por completo. Me quedo congelada en mi lugar, incapaz de decir nada. Luego, mi corazón reanuda su marcha a una velocidad alarmante y mis ojos se humedecen.

—¿Eso es lo que querías decir todas esas veces con «eres mi Sirio»?

Él asiente, algo tímido, y yo salto a sus brazos en medio de una risa/llanto que me corta la respiración. Tomo su rostro y lo beso con desesperación, como si el mundo fuera a acabarse en cualquier momento y fuera nuestra última oportunidad de marcar nuestros nombres en los labios del otro.

Aiden hunde las manos en mi cabello y tira de él para profundizar el beso. Y esa es la chispa que se necesita para encenderme. Mis labios bajan hasta su cuello y se recrean en esa zona, besando y succionando. Lo escucho tragar saliva y gemir suavemente y sonrío contra su piel. Pero entonces él pone sus manos en mi pecho y me aparta con delicadeza.

Hasta que las estrellas dejen de brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora