8

287 33 26
                                    

La cena pasa con demasiada lentitud y pronto me encuentro deseando haber ido al parque

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La cena pasa con demasiada lentitud y pronto me encuentro deseando haber ido al parque.

Al menos allí no tendría que escuchar cosas sobre la empresa, mi futuro y el de mi hermana.

Mi relación con Allan también es tema de conversación. Mi madre no para de alardear que salgo con un chico «de bien». ¿Qué demonios significa eso? ¿Que tiene dinero?

No lo sé.

Solo sé que al finalizar la noche me acuesto en mi cama y lloro hasta quedarme dormida.

Solo sé que al finalizar la noche me acuesto en mi cama y lloro hasta quedarme dormida

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No está aquí cuando llego pero no me voy. Tal vez se le hizo tarde. Tal vez venga en un rato.

Con eso en mente, me siento bajo nuestro árbol y espero. Quince minutos, media hora, una hora...

Me pongo de pie para irme cuando lo siento. Los pasos. Pero no son fuertes y decididos como siempre. Son suaves y arrastrados. Frunzo el ceño de inmediato.

Prendo la linterna de mi celular —sí, todavía no aprendo— y apunto hacia el lugar de donde provino el sonido. Lo que veo me congela. Aiden. Aiden con el rostro herido, una mano en las costillas y una expresión de dolor que intenta ocultar en vano. Pese a todo eso, sonríe al llegar a mí.

—Llegué —exhala un suspiro y hace una mueca, seguramente por su labio partido.

—Pero, ¿qué…? —No puedo dejar de mirar cada herida, anonadada.

—No digas nada, por favor —suplica en voz baja.

—¿Que no diga nada? ¡Por el amor de Dios, Aiden! ¡Estás herido!

—¿En serio? —Su voz suena demasiado ronca, rota, como si hubiera gritado o llorado mucho, pero aún así se las arregla para sonar sarcástico—. Si no me dices no me doy cuenta.

—Agh, idiota. ¿Se puede saber qué te sucedió?

—No es nada. Estoy bien. Un imbécil intentó robarme y, al ver que no tenía nada, me golpeó.

—Dios… ¿Quieres que te acompañe a un hospital? ¿Te llevo a hacer la denuncia?

—Si quisiera ir a un hospital, ya lo habría hecho. Y no voy a hacer una denuncia.

Hasta que las estrellas dejen de brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora