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Apenas llego a casa, tomo la computadora de Luc y comienzo a buscar

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Apenas llego a casa, tomo la computadora de Luc y comienzo a buscar.

Anorexia nerviosa. Trastorno de la conducta alimentaria… pérdida de peso… desnutrición… perfeccionismo… autoexigencia… situaciones de crisis…

Me detengo, intentando contener las náuseas. ¿Mi rubia tiene eso? ¿Cómo sucedió? ¿Cuándo?

No, no puede ser. No ella.

Pero entonces recuerdo su conducta cuando comemos o se habla de comida y mi mundo se destruye.

¿Cómo ayudas a alguien que no quiere asumir que necesita ayuda?

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¿Cómo ayudas a alguien que no quiere asumir que necesita ayuda?

¿Cómo te mantienes entero cuando todo lo que quieres hacer es acostarte y llorar?

Jamás pensé que Emilie pudiera tener algo así. Sí, sé que su madre y la situación en el instituto son una mierda pero creí… creí que estaría bien. Creí que no sería suficiente para doblegarla. Me equivoqué. Y ahora debo hacer algo —lo que sea— para ayudarla.

Tomo mi teléfono y llamo a Hawkins, importándome muy poco que sean las nueve de la noche y probablemente esté con su familia.

—Aiden —responde, sereno como siempre—. Qué sorpresa.

—Necesito ayuda. Mi… —Aprieto la mandíbula—. Una amiga puede tener anorexia nerviosa. O al menos eso dijo la enfermera del instituto. Y no puedo dejar de pensar en ello.

—¿Quieres que tenga una consulta con ella?

—Sí.

—¿Y por qué me llamas tú y no tu amiga?

Lo sabe. El hijo de puta sabe quién es mi amiga.

—Porque no quiere. Porque no lo acepta.

Él suspira. Prácticamente puedo verlo acomodándose las gafas.

—Aiden, no puedes obligar a alguien a ir a terapia. Así no funcionan las cosas.

—Pero… ella está mal. Necesita ayuda.

Hasta que las estrellas dejen de brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora