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No sé qué sucedió

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No sé qué sucedió. Un segundo estaba de pie, débil, sí, pero de pie, y al siguiente estaba en el suelo con Aiden, Amelie y Matt a mi alrededor.

Y lo admití. Admití aquello que tanto me aterraba decir. Fue difícil pero no podía seguir mintiendo, aún cuando quise desaparecer para no tener que ver las expresiones en sus rostros. Los decepcioné. Sé que lo hice. Y eso duele más de lo que puedo expresar con palabras.

Aiden toma mi mano y la aprieta con fuerza. He notado que últimamente le gusta hacer eso: apretar mi mano, como si quisiera asegurarse de que estoy aquí, con él.

—Te esperaré aquí. Y cuando salgas iremos a hacer lo que quieras. ¿Te parece bien?

Asiento. Los nervios me impiden hablar.

Cuando la hora de entrar al consultorio llega, me tiemblan las rodillas. Trago saliva y lo miro.

—Todo estará bien —me dice, calmado—. Puedes hacerlo. No va a juzgarte. Te lo prometo.

Tomo aire y lo dejo salir lentamente antes de caminar. El consultorio es pequeño y acogedor. No hay mucho que ver. Un escritorio detrás del cual se encuentra Hawkins, una silla para mí y un par de plantas. Pero me gusta. Y me calma.

Me siento y golpeo rítmicamente mis dedos contra mis piernas.

—Me alegra mucho al fin conocerte, Emilie —comienza con una sonrisa.

—No creo que pueda decir lo mismo. Lo siento.

—No te disculpes. A mí también me gustaría que no necesitaras esto. Pero aquí estamos. ¿De qué quieres hablar?

Me muerdo el labio.

—No… no lo sé.

—¿Quieres hablar de Aiden?

Mi ceño se frunce.

—¿Aiden?

—Sí. Sobre lo que sientes por él.

—Creí que estaba aquí para hablar sobre mi… —Trago saliva, incómoda— problema con la comida.

—Estás aquí para hablar sobre lo que quieras y cuando te sientas lista. Si no estás lista para hablar sobre comida está bien. Si tampoco quieres hablar sobre Aiden también está bien. Puedes quedarte toda la sesión en silencio, si así lo prefieres.

—Le estaría haciendo perder el tiempo.

—Para nada. Escucha, Emilie. Cada persona tiene el derecho de tomarse su tiempo para abrirse. Yo no estoy aquí para forzarte, sino para ayudarte. Cuando estés lista para hablar sobre eso, lo haremos. Mientras tanto, haremos lo que quieras. —Me sonríe con calidez—. Tú decides. Tú siempre decides.

Creo que es esa última frase la que me golpea. Yo decido. No mi madre, no mis compañeros. Yo.

—Aiden me gusta —musito—. Me gusta mucho. Y… no sé qué somos, no le pusimos nombre a nuestra relación, pero me gusta. Me gusta estar con él. Me gusta cómo me hace sentir.

Hasta que las estrellas dejen de brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora