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Siento que mi cabeza va a estallar

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Siento que mi cabeza va a estallar.

Intento hacer caso omiso al dolor y al hambre que formó un nudo en mi estómago y sigo corriendo. Aiden me dijo que iría a casa esta noche para probar lo que Matt cocina así que tengo que seguir si quiero disfrutar la noche.

Cuando el cronómetro en mi celular suena, indicando que ya corrí una hora, me detengo. Bebo agua e intento controlar mi respiración.

No sé cómo caí. Tal vez fue cuando las cosas con mi madre empeoraron o tal vez estuve todo este tiempo bailando en el borde hasta que finalmente tropecé y llegué al fondo. Lo único que sé es que ahora no puedo salir.

Vuelvo a casa con las piernas temblorosas y la camiseta empapada en sudor. Amelie aprieta los labios cuando me ve. Según ella, tanto ejercicio es excesivo. No lo entiende. Nadie lo entiende.

Luego de ducharme me siento un poco mejor, aunque el dolor en mi cabeza y mi estómago perdura.

Bajo para ayudar a poner la mesa y prácticamente salivo al sentir el aroma a la carne asada con ensalada.

Matt ama cocinar y lo hace bien. De hecho, lo hace muy bien. Mi sobrino va a crecer rodeado de buena comida.

El timbre suena y yo prácticamente corro a abrir. Aiden luce guapísimo con su sudadera y jeans oscuros. Tiene los rizos peinados, algo inusual en él.

—¿Por qué te peinaste? —suelto como saludo.

Él me mira, desconcertado.

—La gente usualmente lo hace.

—Pero no tú. Tú nunca te peinas.

—Pues hoy sí.

Mis ojos se abren más allá de lo que debería ser normal cuando lo capto.

—¿Te peinaste porque vas a conocer a mi hermana y cuñado?

Él se remueve, incómodo.

—No. —Lo miro con una ceja arqueada—. Bueno, tal vez. ¿Se ve muy mal?

Muerdo una sonrisa.

—No, pero... —Me pongo de puntitas y paso mis dedos por su cabello para despeinarlo. Un mechón cae sobre su frente, justo como me gusta—. Así estás mejor.

Él me sonríe.

—Gracias.

—¿Vamos?

Se enseria un poco pero asiente y caminamos juntos hacia la cocina, donde están mi hermana y Matt. La primera en vernos es mi hermana, que no tarda en acercarse con una sonrisa enorme.

—Es un placer conocerte al fin —le dice a Aiden—. Emilie me habló mucho sobre ti.

Él eleva una ceja.

—¿Ah, sí? ¿Y qué decía?

—Eso deberías preguntárselo a ella.

La sonrisa de mi hermana es de pura diversión. Se lo va a pasar muy bien esta noche molestándome.

Matt aparece para salvarme. Estrecha la mano de Aiden y le sonríe, cordial.

—¿Vamos a comer? No quiero que se enfríe.

Nos dirigimos a la mesa, donde Amelie y Matt se sientan de un lado y Aiden y yo del otro. La comida se ve exquisita pero esa voz en mi cabeza no para de decirme que no la coma, que tiene demasiadas calorías. Trago saliva y tomo los cubiertos con manos temblorosas.

—Aiden, vi el cuadro que le regalaste a mi hermana. Tienes mucho talento —La voz de mi hermana llega a mis oídos, distrayéndome.

Él se aclara la garganta.

—Muchas gracias. Tengo mucho que mejorar pero creo que es bastante decente.

—¿Decente? ¡Es increíble!

La sonrisa de Aiden es tímida.

—Los de Emilie son todavía mejores. No tengo dudas de que le espera un futuro brillante.

Sus ojos permanecen sobre los míos mientras habla e incluso después. Mis mejillas se tiñen de rojo.

—Tienes razón —Amelie afirma—. Mi hermana tiene un don con el arte.

—Claro que sí.

Me aclaro la garganta.

—Estaba pensando en ir a la casa del lago el fin de semana —suelto de la nada—. Me iré el viernes en la tarde y volveré el domingo por la noche. Necesito desconectar un poco.

Mi hermana asiente.

—Está bien. Gracias por avisar. —De pronto, sus ojos brillan—. ¿Aiden irá?

Aiden, que estaba bebiendo agua, me atraganta y comienza a toser. Me apresuro a golpear su espalda. Pasan varios minutos antes de que se calme. Amelie nos mira, apenada.

—¿Estás bien? —murmuro.

Él asiente.

—¿Quieres que vaya? —Me pregunta, serio.

Me muerdo el labio.

Amaría que vaya. Pero soy consciente de que tiene cosas que hacer aquí.

—Por supuesto pero si no quieres...

—Quiero. —Su voz suena una octava más alta—. Sí quiero.

Es imposible intentar luchar contra la sonrisa que se apropia de mis labios.

—Entonces nos iremos de viaje.

Hasta que las estrellas dejen de brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora