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No sé en qué momento yo también caigo en los brazos de Morfeo, solo sé que cuando despierto Aiden sigue dormido

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No sé en qué momento yo también caigo en los brazos de Morfeo, solo sé que cuando despierto Aiden sigue dormido. Su cabeza ya no está en mi regazo, sino que está en el suelo, a mi lado. Y su expresión ya no es torturada, sino tranquila, con las facciones relajadas. Es como si hubiese encontrado paz en ese mundo de sueños.

Mi corazón duele al recordar lo que sucedió ayer, lo que vi. Ese Aiden destrozado por pérdidas que no puedo ni imaginar. Ese dolor que carga silenciosamente.

No me muevo, le regalo un rato más de descanso. Lo que sí hago es mirar alrededor, a su desastre, y me encuentro con que Luc no se ha ido. Se encuentra dormido con la espalda contra la pared y la cabeza colgando en una posición muy incómoda. Seguro que luego le dolerá la espalda. Bueno, probablemente a Aiden y a mí también pero no me quejo. Vale la pena si es el precio para poder estar con él, para ayudarlo, aunque no haya podido hacer mucho.

No pasan ni cinco minutos antes de que Aiden despierte. Abre los ojos de golpe y se incorpora. Ahoga un grito y aprieta la mandíbula.

—¿Estás bien? —pregunto, preocupada.

Me mira y es como si todo lo que sucedió anoche volviera a su cabeza. Sus ojos se llenan de lágrimas que no derrama.

Sacude la cabeza para despejarse y toma aire.

—Aiden… —Mi voz es poco más que un susurro.

—No deberías estar aquí —murmura con los párpados apretados en un gesto de dolor.

—Estoy aquí porque me preocupas. Porque quiero que estés bien.

Abre los ojos y la tortura que veo en ellos es suficiente para fracturar mi alma en mil pedazos más.

—Nunca voy a estar bien —responde.

—Eso no es cierto. Nada es eterno, ni siquiera el dolor.

—El mío sí lo es.

—Compártelo conmigo. Tal vez así duela menos.

Sacude la cabeza frenéticamente.

—No.

—¿Por qué?

—Me mirarás diferente si te cuento. Y no podría soportarlo.

—No lo haré —susurro con voz rota—. Juro que no lo haré.

Sonríe pero no hay diversión en esa sonrisa, solo dolor.

—Lo harás.

—¿Sabes lo que fue para mí verte así? ¿Sabes lo que fue para mí saber que estabas sufriendo y no saber por qué ni cómo ayudarte? Quiero ayudarte.

—Venir fue ayuda suficiente, aunque hubiese preferido que no lo hicieras.

Dicho eso se pone de pie y camina hacia la puerta con dificultad. Yo me quedo ahí, queriendo seguirlo pero sabiendo que necesita tiempo.

Hasta que las estrellas dejen de brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora