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Aiden se encerró en el baño de su casa esta noche y decidió que no quería vivir más

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Aiden se encerró en el baño de su casa esta noche y decidió que no quería vivir más.

Tomó una cuchilla de afeitar y se cortó en las muñecas.

Habría muerto desangrado de no ser por Luc, que fue a llevarle la chaqueta que había dejado olvidada en su paraíso. La puerta estaba abierta, así que entró.

En el sofá estaba el padre de Aiden, tirado como si estuviese durmiendo. Solo que no dormía. Estaba muerto. Una sobredosis había acabado con él.

Según lo que me contó, Luc corrió hacia la habitación de Aiden pero estaba vacía. La cocina igual. El baño era el único lugar que le faltaba por ver, pero estaba cerrado con llave. Golpeó la puerta con tanta fuerza que se lastimó el hombro hasta que se abrió. Y allí estaba Aiden, tirado en el piso, con los ojos cerrados y las muñecas ensangrentadas.

El resto es simple. Llamó a la ambulancia, lo acompañó hasta aquí y vio como se lo llevaban. Me llamó y esperó por noticias.

Y aquí estamos, abrazados, con las mejillas acartonadas de tanto llorar y los corazones rotos. Aún no tenemos noticias.

Nunca fui creyente, pero ahora no puedo dejar de rezar a lo que sea que exista para que Aiden esté bien. Para que no me deje sola.

—No lo entiendo —susurro—. ¿Por qué...? ¿Por qué lo hizo?

Luc traga saliva.

—Hay cosas que Aiden no quiso decirte por miedo a que lo vieras diferente. A que lo juzgaras.

—Jamás haría eso.

—Lo sé, pero él estaba aterrado de perderte. Creo que aún no entiendes lo importante que eres para él.

«Y tú lo dejaste. Lo dejaste y ahora él podría...»

—¿Qué es lo que no me dijo?

Luc hace una mueca y sacude la cabeza.

—Le prometí que no te lo diría —musita.

—Luc, necesito saber.

—Él te lo dirá. Sé que lo hará.

Abro la boca para hablar pero me detengo cuando veo que un doctor se para en la mitad de la sala.

—¿Familiares de Aiden Pierce? —pregunta.

Prácticamente corro hacia él, seguida de Luc.

—Soy su novia —la mentira se desliza entre mis labios con tanta facilidad que me asusta.

Él me sonríe.

—Su novio estará bien —dice—. Debe quedarse unos días en el hospital pero está fuera de peligro.

El alivio amenaza con hacerme caer de rodillas. Estará bien. Aiden estará bien.

—¿Puedo pasar a verlo? —pregunto, esperanzada.

—Ahora está sedado. Necesita descansar. Cuando despierte le avisaremos.

Asiento, y le agradezco cuando se va.

Me volteo y veo a Luc. Casi quiero sonreír. Casi. Porque aunque esté fuera de peligro, Aiden intentó acabar con su vida y perdió a su padre. ¿Cómo demonios superará eso?

—Saldrá adelante —promete el castaño—. Sé que lo hará.

—Eso espero.

Hasta que las estrellas dejen de brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora