37

255 27 38
                                    

Los adolescentes tienen una manera increíble de hacerte sentir juzgado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los adolescentes tienen una manera increíble de hacerte sentir juzgado. Es algo a lo que estoy acostumbrado. Desde el accidente, cuando me cerré ante todos y mi padre cayó en su adicción, comenzaron a haber rumores sobre mi familia y sobre mí. Al principio del año escolar, una pelea con un imbécil que se burló de la muerte de mi madre provocó que acabara expulsado y viniendo aquí así que sé muy bien cómo pueden ser.

Los adolescentes son una mierda. En especial los que tienen dinero. Y aquí está lleno de eso.

Avanzo por los pasillos de la mano de Emilie mientras intento hacer caso omiso a los comentarios que llegan a mis oídos. Son tan jodidamente irrespetuosos. Yo no sería capaz de burlarme de la muerte de alguien o de un intento de suicidio. Pero lo peor no es eso, sino que también hablan sobre Emilie. La llaman puta en cada esquina, hacen bromas sobre su cuerpo y ríen como si fuera divertido.

Ella se ve incómoda, como si quisiera desaparecer.

Me parte el alma saber que tiene que escuchar esas cosas. No lo merece.

—No me dijiste que las cosas estaban tan mal —murmuro.

Ella traga saliva.

—No lo creí necesario. Ya tienes suficiente y...

Me detengo y sostengo su cara para que me mire.

—Siempre, y escúchame bien, siempre voy a querer escuchar tus problemas. Estoy aquí para ti.

Ella baja la mirada y asiente. Continuamos nuestro camino hasta que llegamos a su clase. Detesto la mirada en sus ojos, esa que dice que todo lo que escucha la afecta, que está triste. No quiero que esté triste, quiero darle la jodida luna si eso va a hacerla feliz.

—¿Quieres que nos vayamos? —le pregunto acariciando su mejilla, un acto involuntario.

Ella sacude la cabeza e intenta sonreír.

—Estaré bien. Ya estoy acostumbrándome.

No quiero que se acostumbre, quiero que me diga lo que realmente siente. Y, más que nada, quiero que deje de sentirlo.

—Si sientes que es demasiado, escríbeme y nos vamos. ¿Okay?

Ella asiente.

—Okay.

Entra al salón, dejándome con un sabor amargo en la boca.

Entra al salón, dejándome con un sabor amargo en la boca

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Hasta que las estrellas dejen de brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora