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Es hoy

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Es hoy.

La noche en que destruí todo lo que amo.

El sol brilla con fuerza en el cielo pero mi alma llora. Mi alma siempre llora.

No quiero salir. No quiero verlo. No soporto verlo. No hoy, sabiendo que es el día en el que acabé con su vida.

Pero necesito esto. Necesito el dolor físico o los recuerdos van a volverme loco así que me pongo de pie, limpio mis mejillas y salgo de la habitación.

En la casa reina el silencio, ni una mosca vuela aquí, casi como si supieran qué va a suceder ahora.

Respiro hondo y bajo las escaleras lentamente.

Lo encuentro en la sala, bebiendo una cerveza con un portarretratos en la mano. Sus ojos están rojos y sé que no es por las drogas, es por el llanto. Y cuando esos ojos iguales a los míos se clavan en mí, me rompo. Caigo al suelo de rodillas y le suplico perdón sin parar. No puedo parar.

—Lo siento, lo siento, lo siento...

—¿Crees que pedir perdón va a traerlas de vuelta? —murmura. No hay ira en su voz, solo dolor.

—Si pudiera hacer cualquier cosa para que ellas estuvieran vivas y yo no, lo haría.

—Pero no puedes. Tú sigues aquí y ellas... —Se ahoga con el llanto—. Ellas eran mi vida.

—Lo siento, lo siento, lo siento...

—¡Deja de decir que lo sientes! ¡Me importa una mierda si lo sientes! ¡No puedes arreglar lo que hiciste! Me las quitaste —su voz se quiebra—. Me quitaste mi vida.

Sollozo.

—Mereces sufrir. Mereces morir —dice, y no podría estar más de acuerdo.

Se quita el cinturón y camina hacia mí. Se sitúa a mi espalda.

—Quítate la camiseta.

No refuto. Obedezco.

—Espero que cada maldito segundo de tu existencia sufras —dice y lo siguiente que sé es que el cinturón impacta contra la piel de mi espalda.

Dolor. Todo lo que existe es dolor. Dolor que me hace apretar los dientes para ahogar los gritos. Pero al menos ya no puedo pensar en qué fecha es hoy, en lo que hice. Así que abrazo ese dolor. Me hago su amigo.

Hasta que las estrellas dejen de brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora