(Unos meses antes del epílogo).
La risa me despierta.
Estoy solo en la cama así que me levanto, me pongo una camiseta y salgo de la habitación para buscar a Emilie. No tardo en encontrarla. Está en la cocina con Sophie. Se tiran harina la una a la otra mientras ríen a carcajadas, y algo en mi pecho se siente cálido al verlas así. Podría mirarlas todo el día y no cansarme jamás.
Sophie gira y me ve. Sus ojitos se iluminan de inmediato.
—¡Papi, papi! —grita y corre a abrazarme. Bueno, a abrazar mis piernas porque aún es demasiado pequeña como para llegar a mi cintura.
—Hey, mini rubia —la saludo, acariciando su cabello con cariño—. ¿Qué están haciendo tú y mami?
Se aparta y frunce sus labios con el entrecejo hundido, intentando recordar la palabra.
—Ga... Ga...
—Galletas —la ayuda su madre con una sonrisa.
—¡Eso! —exclama mi pequeña.
—Mmm qué rico.
—Sí. Pero mami me tiró ha... hari...
—Harina. —Emilie vuelve a ayudarla.
—Eso. En la cara. Y no pudimos teminar.
—Yo recuerdo las cosas diferente, pequeño diablito —le dice mi rubia.
Nuestra hija la ignora.
—¿Nos ayudas? —me pregunta con los ojitos brillantes por la ilusión.
Es imposible decirle que no cuando me mira así. Mi hija es algo manipuladora, y eso que solo tiene cuatro años.
—Claro.
Da saltitos mientras aplaude antes de tomar mi mano y llevarme junto a su madre. Le doy un beso corto en los labios a mi esposa.
—Buenos días, rubia.
Ella sonríe y el mundo se ilumina.
—Buenos días a ti también.
—Papi, deja de aspirar a mami —me regaña Sophie, causando que ría.
—Está bien, amor, dime cómo hacer las galletas.
Ella sonríe y comienza a explicarme.
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Hasta que las estrellas dejen de brillar
RomansaPara todo el que la mire, Emilie Ainsworth es perfecta. Pero Emilie odia todo sobre ella, así que finge. Finge que no le duele que su madre nunca vea nada bueno en ella. Finge que ama a su novio. Finge que ya no le gusta el arte. Finge que no está m...