Capítulo 4

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Es temprano en la mañana, cuando abro mis ojos a causa de que entra la luz del sol por la ventana, en consecuencia de que me quitaron las cortinas, que usualmente utilizaba para tener toda mi habitación a oscuras. 

Soy de los que solo pueden dormir cuando se encuentra todo en absoluta oscuridad. Si por una leve rendija entre un ápice de luz, ya me molesta.

Maldijo a Arwen en todos los idiomas que conozco y meto mi cabeza bajo la almohada. Sin embargo, se que es inútil porque no podre volver a conciliar el sueño, menos con la falta de aire aquí debajo. Así que resignado, cojo fuerza y me siento, para que luego de un momento sentado en el borde del colchón, con la mirada en la nada, pararme y dirigirme al baño para ducharme. 

Vuelvo a lanzar maldiciones al regresar a la habitación, cuando recuerdo que tampoco tengo puerta. Todo aquel que pase por delante puede ver lo que estoy haciendo. Adiós a la intimidad.

Ahora entiendo porque Arwen nunca quiso tener hijos. Le estaba haciendo un favor a la humanidad y a esos pobres niños no natos, de quienes me compadezco, aunque no existan. 

Entro a mi vestidor, y me quedo quieto observando toda aquella ropa que cuelga prolijamente de sus perchas, que desde hace cinco años que no se mueven de allí. Tantas camisas, pantalones de vestir, sacos, zapatos y cintos. Solía gustarme la moda, y siempre estar bien vestido, sin importar el trabajo que haga. Ahora simplemente no veo más entrando en aquellas prendas, que de alguna forma hasta siento que ya no son mías. 

Y enseguida suena la voz de Viktor en mi cabeza, cuando hablamos ayer, diciendo "Agarra un bolso y mete allí toda la ropa, y ve a un lugar a donarla. Hay personas que les darán un mejor uso, a que la tengas colgada en tú armario. Ya ni siquiera es de él, se desprendió de todo antes de irse."

Es verdad. Vittorio no se llevo nada de aquí, dejó todo tal cual que antes de que me lo arrebataran, y Astor menciono que de su departamento apenas si se llevo una mochila con un poco de ropa. Literalmente se desprendió de todo, dejando atrás aquello que alguna vez fue. Y en este instante comienzo a comprenderlo... él ya no sentía que eso le perteneciera.

Lo mismo me sucede a mi en estos momentos... 

Revuelvo entre los cajones y logro encontrar la ropa que solía usar en los entrenamientos, y que poco solía usar, ya que no la necesitaba, solo de vez en cuando cuando practicábamos combates cuerpo a cuerpo con mis hermanos para divertirnos. 

Al terminar de vestirme, tomo una de las valijas que tengo para mis viajes. La abro y empiezo a meter allí toda la ropa, calzado, y algún que otro accesorio que usaba, incluido esos pesados anillos que no aguantaría ponerme en mis dedos ahora. 

Necesito con urgencia desprenderme de todo esto. Es como si me quemara.

Me siento bastante más ligero cuando consigo meter todo dentro y cerrar la valija. Quedan tan solo las perchas vacías colgando, y una pila baja de remeras lisas, jeans y ropa más holgada para entrenar. 

- Izan. - oigo la voz de mi hermano menor a lo lejos. - Izan. - repite. 

- Aquí, Astor. - lo llamo. 

- ¿Qué es...? - comienza a decir, pero se detiene en seco, tanto en sus palabras, como en su caminar. Queda parado en la entrada del vestidor, completamente inmóvil, y observándome con esos ojos transparentes en shock. Abre la boca para decir algo, pero la vuelve a cerrar, todavía anonadado. - ¿Te vas de viaje? - pregunta después de un prologado silencio. 

- No. - respondo. - Aunque no podría de todos modos, Arwen confisco mi pasaporte. 

- Me ofrecería a prestarte el mío, pero dudo que se crean que somos la misma persona. - dice, aún conmocionado. 

El legado de la Mafia (Mafia Marshall V)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora