Capítulo 3

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Estoy parado frente a la puerta de su habitación... o al menos la que solía serlo. Siento ese nudo en mi pecho, que consigue que con cada respiración me duela más.

Al abrir la puerta me invade como una ráfaga su aroma. Pese a que pasaron los años, aún sigue aquí dentro. Fue por lo que prohibí que entraran.

Me adentro más, y lo primero que llama mi atención es lo que hay encima de la cama. Cuando quedo junta a está noto que son fotografías. Se que las tomo él, el último tiempo se la pasaba todo el día con la cámara que le regale colgando de su cuello, tomándole foto a todo lo que se le cruzara, incluido yo, quien siempre fui reacio a que me las tomaran, pero deje que Vittorio lo hiciera. Me gustaba su sonrisa y la ilusión de su mirada cuando me sacaba una. Como si una mariposa se le hubiera posado delante del rostro.

Me siento, ya que otra vez vuelvo a sentir ese malestar en mi pecho. Las voy pasando una a una. La mayoría son de mí, otras de mis hermanos, Anya y Amir. Era su forma de quedarse con una parte de nosotros, como si así pudiera recordarnos. Algunas son las que yo le tome a él sin que se percatara de que se la había quitado en primer lugar, también hay del día de su graduación. Mis ojos se humedecen al ver en la que estamos todos juntos, luego de que fuimos a almorzar ese día. Todos tan unidos y sonrientes, tan despreocupados.

Después de eso todo se fue al carajo. Pero antes, oh antes, que feliz fui...

- ¿Y bien? ¿Qué se siente ser un recién graduado? - le pregunto divertido, mientras entramos a mi habitación.

Menea la cabeza. - Yo me siento igual de idiota que siempre.

Río. Tomo su rostro entre mis manos y lo observo, moviendo su cabeza de un lado a otro, mirando con atención ese bello rostro que tiene, tan perfecto. Esos ojos que a veces son verdes, otras veces celestes, incluso en algunas ocasiones de ambos colores. No termino de descifrar del todo esa mirada suya. Ese cabello todo despeinado, que se torna de ese color cobrizo intenso cuando le da la luz del sol.

- Pues, yo te noto más intelectual. - menciono.

En realidad, quiero decirle que lo encuentro más hermoso que nunca, pero ya se lo dije está mañana y no quiero espantarlo. En este tiempo que estamos juntos, Vittorio me ha despertado un sinfín de emociones nuevas que nunca sentí por nadie, hasta que llego él, y de alguna forma es como si me hubiera despertado a un montón de sentimientos que no sabía que era capaz de sentir. Pero ahora sé que lo soy, y todo gracias a este muchacho que no sabe mantener la boca cerrada. Y no quiero que lo haga.

Me mira levantando una ceja. - Ese es tu pene hablando, a mí no me jodas.

Allí está. Sin duda eso fue lo que más me enamoro de él. Que no teme de hablar conmigo, me dice las cosas como sea. Desde el primer momento que lo conocí que ha sido de esa manera, cuando se volvió hacia mí para decirme que le pidiera perdón luego de haberme comportado como un idiota. Y lo hice. En ese entonces no supe bien por qué, pero después lo entendí. Lo comprendí cuando me di cuenta de que siempre me tuvo a sus pies.

- Sabes, para ser que eres un letrado hablas bastante como la mierda. - menciono. - Eres toda una fierecilla mal hablada.

Pone los ojos en blanco. - Bésame el trasero, maldito hijo de puta.

Vuelvo a reír. Me encojo de hombros. - Bien, si así lo quieres.

Lo tomo de los hombros lo empujo contra la cama, quedando acostado sobre está. Apoyo mis rodillas contra el colchón, a cada costado suyo, y las palmas de mis manos a cada lado de su cabeza. Nuestras bocas están a unos escasos centímetros de distancia. Vitto apoya sus manos en mi cintura, por debajo de mi camisa, tocando mi piel, y me atrae más contra él, rozando mi miembro con el suyo, logrando una fricción que no tarda en conseguir excitarme. Me recorre un escalofrío por todo el cuerpo cuando lleva sus labios a mi cuello, y deja suaves besos por este, en contraste a lo rasposa de su barba. Me dejo caer por completo encima suyo, en lo que él me rodea con sus brazos para sostenerme aún más cerca, aunque sea humanamente imposible, pero es que está cercanía no nos basta, necesitamos más del otro.

El legado de la Mafia (Mafia Marshall V)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora