Capítulo 23

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Atlas tiene su brazo encima de mis hombros, mientras yo con el mío rodeo su espalda para mantenerlo en píe, entre tanto caminamos por el pasillo para entrar a la habitación.  

Al entrar, lo siento en el borde de la cama, y él no aparta de mi sus ojos que se encuentran aún más entrecerrados que de costumbre, y lleva una sonrisa tonta en el rostro, pero que aún así luce encantador. 

- ¿Dónde estamos? - pregunta. 

- En tú habitación. - respondo. - La mía no tiene puerta, ¿o es que ya lo olvidaste? 

Se le forma una sonrisa con su boca cerrada y lanza una leve risa. 

- ¿Qué? - pregunto confundido, riendo. 

- Es que... has dicho tú habitación. - responde haciendo énfasis en la palabra . - Antes no me dejabas que me refiriera de ese modo. - hace una pausa, pensativo. - Es porque era de él, ¿verdad?

Suspiro. - Si. - respondo con tristeza. - Vitto ocupaba está habitación. 

Y por primera vez en mucho tiempo, no percibo un dolor en mi pecho al referirme a él. 

Me inclino hacia abajo para así poder quitarle los mocasines. 

- Mmm... ¿Qué mejor forma de terminar la noche que con sexo fogoso en la cama? - habla en un tono alegre, pero arrastrando las palabras. 

Río. - Deja de usar esa palabra, que lo unico en lo que puedo pensar es en Milo. 

- ¿Oigo propuesta de trío? 

Continúo desprendiendo los botones de su camisa. - Ya te gustaría. - digo, aún riendo. 

Queda callado, pensativo, lo que consigue que me detenga y lo mire extrañado. No es habitual que se quede sin palabras. 

- No. No en realidad. - dice luego de un prolongado silencio. - No quiero compartirte con nadie. 

Siento un cosquilleo al oírlo decir eso. Apoyo mi mano en su mejilla y dejo un beso corto en sus labios. 

- No debes preocuparte por eso. - digo. - De momento me tienes en exclusiva. 

- ¿Por cuánto tiempo? - inquiere, y su semblante se torna serio. 

Me encojo de hombros. - Supongo que el tiempo que te quedes aquí, hasta que tengas que regresar a tú país. 

Hace una mueca. - Si me lo pones así, no querré irme. 

- Pero lo harás. 

Asiente. - Si. Tengo que...

- Y eso está bien, cada uno debe preservar el legado de nuestras familias. - termino de quitarle la camisa. 

Atlas se hace para atrás, apoyando su espalda en el colchón. Aprovecho esa postura para quitarle los pantalones, quedando tan solo con su ropa interior. Me dirijo hacia su armario para buscarle algo que ponerse. Al abrir las puertas me invade su aroma, lo que me da ganas de meter mi nariz entre su ropa limpia. 

Lanzo un quejido cuando veo que solo son camisas, pantalones de vestir y ropa de entrenamiento. Ahora que lo pienso, nunca lo he visto ponerse ropa de dormir. 

- ¿Es que duermes desnudo, maldito presumido? - pregunto girándome hacia él, y veo que está con sus ojos cerrados. 

Suspiro y salgo de su habitación, para entrar en la mía. Busco en mi vestidor una remera y unos shorts de dormir y regreso con él.

Doy un brinco del susto, cuando al terminar de ponerle mi ropa, continúa hablando, ya que creí que se había quedado dormido.

- Lo divertido es que ni siquiera me corresponde a mi. - rompe el silencio, con sus ojos aún cerrados. 

El legado de la Mafia (Mafia Marshall V)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora