Estoy repasando cada palabra, buscando un indicio que me indique que todo aquello que dijo no iba enserio. Sin embargo, no importa cuanto intente comprenderlo, mi mente no logra procesarlo.
Cada palabra que dijo fue como si me hubiera clavado un puñal, y dijo muchas.
Me duele el estomago, el pecho, el corazón… el alma.
El solo pensar en él hace que mis ojos se llenen de lágrimas, en especial cuando me invade su aroma, el cuál está impregnado en mis sabanas.
¿Cómo hice para conseguir pararme y volver a mi habitación? No lo sé. No puedo recordar cómo llegué hasta aquí.
Creí que lo peor que podía pasarme fue cuando Vitto decidió que estaría mejor, y que lo que vivimos y sentimos no era suficiente para quedarse conmigo. No. Ahora, en este preciso momento, me doy cuenta de que lo peor que me ha pasado es esto. Descubrir que todo aquello que pasamos con Atlas fue todo una mentira.
¿Ese era el verdadero Atlas? Ese hombre cruel, despiadado, sin una pizca de sentimientos, ni remordimiento. Con esa mirada vacía, y palabras huecas. Alguien como aquel al que describió como su padre. ¿De tal padre tal hijo?
¿Realmente el que conocí no existe? El muchacho presumido, arrogante, pero encantador. Quien se preocupa más que nada por las personas que ama, dispuesto a sacrificarse él mismo por protegerlos. Aquel con la sonrisa más hermosa, y los ojos más vivaces. El que puede ser infantil por un extremo, e intimidante por el otro. Ese guerrero inalcanzable por el que sentí tanta admiración, y que me ayudó a volver a encontrar esa fuerza en mi.
De solo pensar que fue una mentira, hace que se me revuelva el estómago.
Me levanto de un tirón y me apresuro a adentrarme en el baño. Caigo de rodillas frente al retrete y meto la cabeza dentro. No tardo en empezar a vomitar.
Oigo que tocan la puerta de la habitación, pero ni me molesto en responder. Yo sigo expulsando todo aquello que tengo atorado.
- Izan. - oigo la voz firme de Astor a los lejos. - Izan. - me sigue llamando, y puedo escucharlo acercarse.
Genial. Justo lo que necesito. Que Astor venga a recriminar que él tenía razón todo este tiempo con respecto a Atlas, y que yo me equivoque.
Oh Dios, y cuanto que me equivoque.
- ¿Qué tienes? ¿Qué pasó? - pregunta con preocupación al entrar al baño.
Lo miro con mis ojos llorosos, aún aferrado a la fría porcelana, tirado contra esta.
- Qué he sido un idiota. - respondo, y la voz me tiembla. - Otra vez.
- Ay Izan… - habla mi hermano menor apenado, y se pone en cuclillas junto a mi. Lleva su mano a mi nuca y une sus frente con la mía.
Y sentir su calidez y cercanía consigue hacerme sentir un poco mejor…
Estamos metidos en la bañera, de costado, con nuestras piernas colgando hacia afuera y la espalda apoyada en la pared.
- Puedes decir “te lo dije”. - menciono, rompiendo el largo silencio que se formó, después de que terminara de contarle todo lo sucedido.
- ¿Realmente crees que me alegro de que esto te haya pasado? - inquiere con dolor en su voz. - Nunca he querido otra cosa para ti más que seas feliz y consigas todo aquello para lograrlo. Si, nunca me agrado Atlas, pero por el simple hecho de que jamás alguien va a ser suficiente para ti. Mi hermano mayor, mi mentor, a quién más he admirado a lo largo de mi vida. El gran Izan Marshall.
- Ya no queda nada de él. - menciono con tristeza.
- ¡Claro que sí! - exclama molesto. - ¿Piensas acaso que verdaderamente existe alguien que sea invencible? ¡Por supuesto que no! Ni siquiera Arwen. Todos tocamos fondo en algún momento de nuestras vidas. Para algunos dura más tiempo que para otros. Hay quienes pueden soportar más, y quienes no consiguen atravesarlo. Pero va en cada uno. Lo peor que puedes hacer es compararte con otros. Las personas vamos a tiempos distintos. Créeme, lo sé. - hace una pausa. - Desde que tengo uso de razón siempre he querido ser como mis hermanos. De más grande comencé a compararme con ustedes, y ahí empezó mi depresión y ansiedad. Porque sin importar cuánto lo intentara, jamás iba a ser tan encantador como Kai, ni tan inteligente como Novak, ni tan ágil como Kirian… o tan fuerte como tú.
- ¿Fue por lo que durante un tiempo nos evitabas?
- Si. - responde apenado. - No estaba en un buen momento cuando tomé la determinación de que ya que no podía ser todas esas cosas, al menos sería el hermano problemático.
- Ay, Astor…
- Lo sé, fue un idiota.
- No, claro que no. - digo. - Pudiste hablar con nosotros.
- ¿De que hubiera servido? Unas palmaditas en la espalda no me iban a hacer sentir mejor. Era algo mío, no con ustedes.
- Pero puede que te hubiera ayudado saber que por más de lo que aparentabamos desde afuera, por dentro cada uno también libraba con sus propios demonios. Kai siempre fue inseguro con su aspecto, solía creer que eso era lo único que tenía, y que sin eso nadie se le acercaría. Kirian tenía la maldita costumbre de ponerse todo encima de sus hombros, como si fuera su responsabilidad el cuidar de cada uno de nosotros. Se la pasaba entrenando, y viendo la forma de apaciguar el más mínimo indicio de un problema. Novak se pasó gran parte peleado consigo mismo, sin aceptarse. Estaba empedernido en demostrar que él podía ser diferente si quería. No quería ser un genio informático como mamá, ni ser el empresario como papá, o el mafioso como el resto de nuestra familia. - hago una pausa. Astor me sigue mirando con atención. - Y yo… yo siempre sentía que debía demostrar que era el más fuerte, el mejor, y que no estaba fallado.
- Oh vaya… - susurra.
- Tú lo has dicho… cada uno lidia con lo suyo.
- Todas las personas estamos bien jodidas. Nadie se libra de eso.
Quedamos en silencio. Yo hago mi cabeza hacia atrás, apoyándola en la pared, mientras cierro mis ojos. Los ojos me siguen ardiendo del esfuerzo por reprimir las lágrimas, y sigo con ese malestar que me recorre todo el cuerpo.
- Quise dispararle, pero no pude. - menciono, luego de un prolongado tiempo callados.- Hubiera sido muy sencillo hacerlo, ¿no crees? - comenta con una leve sonrisa. - Se merece una vida de sufrimiento. Tarde o temprano se dará cuenta del maravilloso hombre que dejó ir. Porque la verdad es que no lo creo nada. Tú eres de esas personas de las que es imposible no enamorarse.
Se me escapa una leve risa. - Gracias por levantarme la autoestima.
- Hablo enserio. - dice tajante. - Siempre has visto a las personas no por lo que son, sino por en lo que pueden convertirse. Das, y das todo de ti. Y te admiro por eso. Yo no sé si sería capaz. Tienes tanto para dar, Izan. No es suerte para ti el encontrar a alguien. Sino que ellos son los afortunados en encontrarte a ti.
- Creí… creí que era él. - digo, y vuelvo a sentir que me retuercen el corazón.
- No lo necesitas. Ni a él, ni a nadie. - habla firme. - Dentro de ti está todo aquello necesitas. No le des ese poder de quitarte tú esencia, ni tú fuerza. Tómate unos días para reponerte, sin embargo luego te quiero ver volver al clan, dónde perteneces. Ni siquiera se merece que le dediques esos días, pero bueno lo entiendo, no eres un robot.
Otra vez se me escapa una débil risa. - Está bien… - mi voz sigue sonando débil. Me cuesta pronunciar cada palabra.
- Les vamos a demostrar a todos que tan acabados están los Marshall. - sentencia. - Ya no podrán seguir diciendo idioteces cuando les llenemos la boca de plomo.
- Eso suena bien.
- ¡Pues claro que sí! - exclama con euforia. - ¡Somos los malditos Marshall! - me observa firme con aquellos penetrantes ojos transparentes, tan característicos de nuestra familia. - Y se lo vamos a demostrar a todos. Tanto que no quedará ninguna duda de ello. - sonríe con malicia.
Hago un gran esfuerzo para devolverle la sonrisa.
No puedo dejarme caer de nuevo. No. No solo por mi hermano, y los demás de mi clan. Sino por mi.
Me he esforzado, y sacrificado tanto, por llegar a dónde estoy y ser el mejor, que no puedo permitir que vuelvan a derribarme. Todo lo que he conseguido ha sido por mi, por mi determinación, y que nunca afloje, siempre seguí adelante para así lograr todo aquello que me propuse. Nadie me regaló nada. Me lo gane, y porque luche por ello. Sin titubear, ni aflojar. No voy a seguir actuando como un maldito cobarde. Este no soy yo. Así no es como se comporta un Marshall.
Si, otra vez me han destrozado el corazón. Sin embargo aprenderé a vivir sin uno. Incompleto, y con la herida siempre sangrando. Pero seguiré con vida, eso no me detendrá.
Soy Izan Marshall después de todo. Y yo podré con lo que sea.
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El legado de la Mafia (Mafia Marshall V)
Romance*SPOILERS "HIJO DE LA MAFIA"* Izan Marshall ha tocado fondo, luego de perder aquello que más quería. Con el corazón roto y desmotivado cree que nada más volverá a producirle alguna clase de emoción, hasta que entra en su vida Atlas Hyun, el heredero...