Thaile.
Dos días más en esta ratonera. Las estúpidas que me interceptaron en el baño ahora me evitan en las áreas comunes de la penitenciaría como si nada hubiera pasado, a pesar de que llevan en sus cuerpos las marcas de lo que les sucede a quienes se meten conmigo.
Las noches han sido largas, me quedo despierta hasta altas horas revisando el mapa que me entregaron. Es un plano detallado del sistema de seguridad de la penitenciaría, con todas las conexiones eléctricas, puntos de acceso, y rutas de escape. Trabajo con una pequeña linterna que Kenny me consiguió, iluminando solo lo necesario para no llamar la atención.
Con una pluma y una hoja de papel, comienzo a trazar un esquema de cómo podrían funcionar los sistemas automatizados de la prisión. Los interruptores están interconectados a un sistema central que controla desde la apertura de las puertas de las celdas hasta las cámaras de vigilancia y las alarmas. Hago un análisis minucioso de los circuitos, identificando los nodos clave que, si son comprometidos, me permitirán tomar el control de toda la prisión.
Cada línea y símbolo en el mapa se convierten en un reto para mi mente, que no ha tenido este tipo de estimulación desde que entré aquí. Anoto todo lo que necesito para el hackeo: acceso a la computadora central, un bypass para la corriente eléctrica, y la programación de un código maestro que desactive los sistemas de seguridad en el momento preciso.
El dolor de cabeza persiste, empeorando mi humor. No es solo la tensión de estar en este lugar, sino la frustración de saber que, por muy bien que planifique, hasta que no tenga acceso directo a la computadora central, no podré hacer nada. Mi mente sigue trabajando, buscando una solución mientras lucho contra la molestia.
Hoy es otro día de visitas, y las tres chifladas se esmeran en verse presentables, mientras yo espero pacientemente. Me avisaron que tengo dos visitas, una común y otra conyugal. Intenté rechazar la conyugal, pero no me lo permitieron. Al parecer, como convicta no tienes derecho a decidir a quién quieres ver y a quién no. He pensado seriamente en hacer que me encierren en la celda de castigo, pero no me conviene perder tanto tiempo.
Nos trasladan a la sala común, y al ver a la mujer que me espera, alzo el mentón con una sonrisa mientras me acerco. Hoy dejo el glamour y la elegancia a un lado, vistiendo un simple enterizo negro y zapatos deportivos. Su cara está cubierta por una máscara termoplástica azul que resalta el color verde de sus ojos.
—No, no se vaya —le pide tartamudeando a la custodia cuando esta se dispone a apartarse. La guardia obedece y se queda a mi lado, lo que me provoca una risita burlona.
—Permíteme decirte que esa máscara de silicona te queda muy bien —me siento frente a ella—. De hecho, nunca te habías visto mejor. De nada.
Ella aprieta los labios con rabia, pero no puede ocultar su irritación.
—¿A qué debo tu visita, Charlotte? —pregunto mientras ella finalmente se sienta frente a mí—. ¿Viniste a confirmar que cumplieron tu encargo?
—No sé de qué hablas... —responde, enderezándose en su asiento, intentando mantener la compostura.
—Hagamos como que no —digo con una sonrisa sarcástica—, pero como puedes ver... —chasqueo la lengua y noto cómo hiperventila, furiosa—, fallaron.
—¡Eres una maldita! —gruñe, y sus palabras salen cargadas de veneno—. Pero, ¿sabes qué? No te voy a dar el gusto. Me voy a ir a Asia a operarme y voy a catapultar mi carrera de modelo otra vez, para recuperar lo que tú nunca debiste tener, a él, mientras te pudres aquí.
Mi risa estalla en la sala, atrayendo las miradas de todos los presentes.
—Cariño, no puedes recuperar lo que nunca has tenido —me inclino hacia ella, y la veo retroceder nerviosa—. Hablando de eso, tengo una cita especial con el señor secretario —le guiño un ojo—. Ah, y ruega porque no nos volvamos a encontrar fuera de aquí, porque si te vuelvo a ver, cumpliré todas las fantasías que he tenido donde te asfixio hasta que tomas tu último aliento.
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Tras de ti
Misterio / SuspensoElla tiene un objetivo: ir tras él. ¿Pero qué pasa cuando la leona empieza a compadecerse de su presa y comienza a verlo con otros ojos? Él, un político que está a punto de ascender junto a su partido, sin imaginarse que, a ciegas, le ha abierto las...