Capitulo 15: deshilando la verdad

1.1K 216 170
                                    

Aitana Sorní

¡Joder! Estaba liada, mi cuerpo estaba liado, mi corazón estaba liado, yo estaba a punto de infartar sin saber que hacer tan cerca de Salvatore. Lo amaba con locura y no podía seguir ocultándolo. Tenía el nervio a mil, no sabía si acercarme o solo regresar a mi habitación hasta el día siguiente. Era jodido, era muy jodido porque deseaba besarlo, volver a ser la misma de antes, poder follar y disfrutarlo, pero algo se jodió ese día en que me violaron esos cinco infelices. Algo se rompió, tenia un puñetero "click" parpadeando una y otra vez en mi mente. Antes, me excitaba fantasear con tener a Salvatore entre mis piernas aún cuando ya mi cuerpo había sido ultrajado por mi padre; pero eso lo logró el, Salvatore logró rescatar lo poco que quedaba de la mujer en mi. Ahora no sabía cómo decirle que eso se había perdido. Me asomé a la puerta entreabierta de su habitación y estaba en la cama con el bastón a su costado pelando con el cabestrillo para poder desvestirse y ducharse. No se porqué pero no pude evitar reír. No sabía italiano pero no hacía falta para darse cuenta que estaba maldiciendo y refunfuñando por no poder cambiarse por sí mismo sin sentir dolor o sentirse "inútil"

— Pensé que tenías una enfermera en la casa — Comenté entrando a la habitación.

— La he mandado a tomar unas vacaciones — Respondió mientras intentaba quitarse el cabestrillo sin éxito.

Me acerqué a él y sentándome a su lado miré su brazo y nada más de pensar en las vendas que tenía en su abdomen me sentí pésimamente culpable. Me ofrecí a ayudarle y él accedió pero no sin antes hacer una pregunta que no sabía cómo responder.

— ¿Por qué lo hiciste?

— ¿Hacer que?

— Te encontré al borde de la muerte por una sobredosis. Llevamos aquí una semana y en esa semana estuviste inconsciente.

Quitándole el cabestrillo encogí los hombros

— Pude haber muerto aquí, debí haber estado en un hospital.

— Te atendieron mis médicos personales y tuviste una enfermera las veinticuatro horas del día.

— ¿Qué quieres que te responda? Soy una adicta y pues recaí, es normal.

— Más bien creo que intentas escapar de algo que no consigues cómo sobrellevar sola. Uno no está al borde de la muerte por el hecho de no poder tener bebés porque opciones para eso hay. Dime qué es eso que tanto escondes y te empeñas en cargar tu sola.

— Te voy a cambiar esas vendas, no se ven bien.

— No me evadas

— No te estoy evadiendo. No tengo nada que contar, me drogué porque..., porque por un momento sentí que lo perdí todo incluso a ti. Me sacaste del hospital con frialdad y se quedó Renata. No pude evitar sentir celos pero también sentir desesperación y fue la única forma que encontré para dejar de pensar. ¿Contento?

Me jodía mentirle pero no hallaba otra forma de callar sus preguntas sin tener que decirle que desde que cinco hombres me violaron al unísono yo no conciliaba el sueño, no comía, no vivía, no podía pensar más que en la manera de vengarme de todos. No lograba encontrar la forma de decirle que sexualmente estaba jodida y tenía pavor a fallarle. Creo que tampoco le decía nada por no verme derrotada frente a él. Prefería a que me viera como una adicta que como una pobre mujer a la que usan como si fuera un objeto que no siente ni padece. No podía decirle que las pocas veces que lograba dormir, despertaba abruptamente con terrores nocturnos, llorando, a veces sin poder moverme, sudando y sintiendo el infierno arder desde adentro. No..., no tenía manera de decirle sin que él se afectara. Me puse de pie y le pedí que se apoyara en mis hombros para ir hasta el baño y poder ayudarlo a ducharse y a cambiar el vendaje. Estaba luchando en ese instante contra mis propios miedos; comencé a desvestirlo y no pude evitar temblar descontroladamente. Apenas podía bajar la cremallera de su pantalón sintiendo un horrible escalofrío joderme por la nuca. Quería ser más fuerte que eso, quería poder manejar mis miedos e ir por encima de ellos. Deseaba tanto poder disfrutar de hacer el amor pero nada más de pensarlo entraba en pánico. Era jodido porque me encontraba dividida entre dos extremos totalmente opuestos. Una parte de mi aún quería tener sexo con Salvatore, esa parte de mi aún deseaba, sentia lujuria, se ponía nerviosa de solo poder volverlo a ver desnudo pero la otra parte le daba asco el sexo, detestaba verse desnuda, no toleraba causar placer en otros y era todo un martirio vivir con ambas sensaciones. Mientras cambiaba las vendas que cubrían las heridas en sus costados el no dejaba de mirarme con mimo, con ternura. ¡Dios! ¡No lograba concentrarme para nada!

Sin Amanecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora