Sin Amanecer

Capitulo 31: Cae la guerra

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Aitana Sorní

Habían pasado unos días, para ser exactos, cinco. Cinco días en los que no supe de Salvatore ni el de mi. Solo recibí un mensaje en el cual pedía que lo dejara un tiempo a solas y aunque me dolió, lo entendí. Quería saber que era todo eso de su bebé. Me estaba literalmente sumiendo en la incertidumbre y no dejaba de pensar en la manera de buscarlo y hablar sin que me rechazara. Esos días trabajar resultó inútil. Mi mente estaba en otro lugar y muchas cosas pasaron en esos cinco días. Me sentí traicionada por todos lados empezando por Alicia. Resulta que todo este tiempo, toda mi vida viví una mentira. Alicia era mi madre biológica y saber que Ryan era mi padre biológico me resultó la peor de las torturas. Ese hombre me violó incontables veces desde que era niña, me golpeó, me humilló y lo único que me servía de consuelo era creer que no era mi padre. Ahora todo era distinto y resultaba nauseabundo. No podía perdonar a Alicia por callarse, por ocultar que se había enterado de tal cosa y aún así siguiera fingiendo que era mi madre adoptiva. No entendía cómo era su hija y aún así terminé en un orfanato. Resulta que esa hija a la que tanto lloró todo este tiempo era yo, pero no estaba muerta aunque deseaba estarlo. Todo el tiempo fui yo, todo el tiempo estuve al lado de mi madre e irónicamente estando a su lado viví un infierno. Tenía mi cabeza hecha un yogur y honestamente no lograba pensar con claridad. Caminé de lado a lado una y otra vez intentando calmarme pero solo conseguía exaltarme más. Para nada ayudaba estar en casa y no saber si Salvatore vendría o no. Era la primera vez que estábamos tanto tiempo separados y eso comenzó a desesperarme. Tocaron la puerta y pensando que era Salvatore fui corriendo a abrir aunque mi desespero me hizo olvidar que no podía ser él porqué él tiene un juego de llaves también. Era Alicia, la última persona sobre la faz de la tierra que deseaba ver. Intente cerrar la puerta pero impidiéndolo, pidió.

— Escúchame por favor.

— Largo

— Hija por favor, necesito que me escuches

— No soy tu hija, no eres nada mio. Es mejor que te vayas antes de que pierda la paciencia.

— Te lo ruego, necesito que me escuches, si luego de hacerlo ya no quieres saber de mi lo voy a entender, pero dame al menos cinco minutos.

Lo pensé mucho, tenía mucho en mi vida como para tener otro drama más. Es que toda la vida la vi como mi madre adoptiva, toda la vida pensé que mi madre biológica simplemente no me quiso, vi a Alicia simplemente como Alicia, la mujer que decidió ser mi madre, pero jamás me pasó por la mente que sería realmente mi madre. Muchas cosas cambiaron para mi ese día, porque saber que era la hija muerta de Alicia cambiaba radicalmente quien soy. Ni siquiera me llamaba Aitana, mi cumpleanos no era el mismo, joder era alguien totalmente distinta y eso era jodido.

— Tienes cinco minutos, ni uno más.

Alicia entró a la casa y yo solo deseaba que fuera la última vez que la tuviera enfrente. Poco a poco me quedaba sin motivos para tener sensibilidad, para ser comprensiva o empática. No me había dado cuenta que con el paso del tiempo, mi mente se había transformado totalmente. Antes solo pensaba que el amor que sentía por Salvatore y el tener a Alicia como madre era lo que me mantenía sin caer en el abismo, pero ya ni siquiera ellos lograban tal cosa. Ahora solo vivía por vivir y ya no pensaba en el futuro, ya no.

— Sé que es difícil de entender, de perdonar. De hecho no quiero que lo hagas porque sé que he sido la peor de las madres. Toda mi vida tuve miedo, deje que ese miedo te pusiera en peligro, deje que tu vida se fuera al carajo.

— Te quedan cuatro minutos

— Cuando me casé con Ryan, poco después quedé embarazada. Fue en una de esas noches en las que llegó a la casa borracho. Después de molerme a palos, venía la peor parte, tener que acostarme con él. Fui ingenua porque para ese tiempo pensé que era lo que me toco, que no tenía opción. Mis padres me dieron la espalda toda la vida, mi esposo era solo mi dueño y yo sentí que me moría en vida. Cuando naciste, me aferre a ti como no tienes idea. Eras lo único bonito en mi absurda vida, pero la depresión y las adiciones eran un gran problema y una noche me quedé dormida después de tomar y tomar. Eso fue todo, al otro día habías muerto; supuestamente te caiste de la cama y te golpeaste la cabeza. Ryan desde ese día no perdió momento, no perdió segundo para recordarme que había matado a mi propia hija por culpa de mis adicciones. Por eso aguante tanto tiempo sus malos tratos, la culpa me estaba carcomiendo. No se como, pero Ryan hizo que creyera que moriste. Te alejo de mi y aun no se porque y creo que nunca lo sabré. Te juro que no tenía idea de que eres mi hija; fue casualidad que por unos resultados de adn que se hicieron en el hospital cuando me donaste sangre que supe que eras mi hija. No sabia como decirte, aun no logro asimilarlo, tenía miedo de que me rechazaras.