Salvatore Bianco
Comencé a creer que mi vida se había convertido en una comedia. Todo el tiempo pensé que era más bien una tragedia pero eran tantos los problemas, tantos sin sentidos que más que rabia comenzaba causarme una risa absurda. Me quedé como un imbécil parado frente a un altar. Todos me miraban desconcertados, otros murmuraban entre ellos y yo no entendí que coño pasó esa tarde. Aún con la cabeza hecha un yogur, regrese a la casa, me quite aquel traje que me hizo sentir más que disfrazado y sentándome en el sofá suspiré profundamente. No podía creer que no me hubiera casado. Estaba resignado, estaba dispuesto a renunciar a mi felicidad con tal de darle unos buenos últimos días de vida a Renata. Me sentí como un infeliz porque en el fondo, muy dentro de mi estaba aliviado. Lo único que mi mente pensaba era en Aitana, lo único que mi cuerpo quería era a Aitana, ahora después de tanto no estaba dispuesto a volver a sentir aquel trago amargo de perder el amor por nada del mundo. Lo único que se me ocurrió fue llamar a Aitana al móvil pero lo tenía apagado. Seguramente en un día como hoy quería estar alejada de todo y de todos. No se porqué pero en mi mente apareció Agatha. Eso si era jodidamente extraño porque pocas veces en mi vida me acordaba de que ella existía. A pesar de que esa mujer me odia, siempre tenía tiempo para fastidiarme la vida pero eso cambió en los últimos meses. Ya no iba a nada de la empresa, mucho menos salía en algún artículo de sociales, no llamaba para hostigar y lo más extraño, no se apareció en la boda siquiera para traer mala vibra y joderme el momento. Quizá incluso esas personas que te joden la vida también terminan importando un poco. Algo fastidiado agarré el móvil para llamarla pero ella también lo tenía apagado. Comencé a caminar de lado a lado con un pequeño nudo en la garganta que no terminaba de disolverse. Llamé al club donde pasaba horas muertas tomando vodka y jugando tenis pero no la veían desde hace una semana. Lo lógico sería llamar a sus amistades pero el problema es que Agatha no tiene amigos porque no hay persona que tolere a esa mujer. Solo se me ocurrió llamar a la casa directamente, siempre respondía la dama de servicio pero ese teléfono tampoco fue contestado. Para ese entonces más que un presentimiento ahora se había convertido en una horrible inquietud. Llevaba meses, incluso diría que quizá un año desde que no iba a la casa de mi madre por mi propia voluntad. Siempre iba porque Agatha se las ingeniaba para fastidiarme la vida y por consecuencia, yo terminaba en interminables discusiones con ella pero esa tarde..., la tarde de la que hubiese sido mi boda y por los siguientes años, el día en que cumpliría aniversario tras aniversario, ahora estaba a punto de convertirse en un acontecimiento en mi vida que ni siquiera sabía cómo catalogar. Manejé hasta la casa de Agatha pensativo. Tenía mucho en la cabeza y no lograba tomar ninguna decisión por miedo a cometer más errores. Al llegar a la casa de Agatha me pareció extraño que el servicio no estuviera. Mi madre era de todo menos empática y no entendía que sus empleados no eran máquinas sino humanos. Si fuera por ella trabajan las veinticuatro horas sin descanso. Nada había cambiado mucho desde la última vez que estuve allí. Las mismas excentricidades, lujos y frivolidades que parecía ser lo único que le daban felicidad a alguien como Agatha. La llamé un par de veces pero nadie respondió. Ahí fue cuando aquella "intuición" comenzó a ser más alarmante. Subí las escaleras a paso ligero pero al mismo tiempo con el corazón a mil por segundo. Caminé hasta su habitación y abrí la puerta. Su habitación estaba un poco desordenada, las cortinas cerradas, una o dos botellas de alcohol, un frío intenso, y ropa tirada alrededor de la cama era lo poco que podía ver en la tenuidad de la habitación. Caminé hasta la cama y Agatha estaba tumbada en ella. Miré sobre su mesa de noche su móvil apagado, unos cigarrillos apagados, una botella de alcohol y una carta reposando sobre la lámpara. Tenía mi nombre sobre la misma y alejándome un poco comencé a leerla silenciosamente.
Salvatore,
La vida es caprichosa, pero más que eso creo que es inexplicable. Si estás leyendo estas líneas es porque quizá ahora yo ya no estoy, tú serás más feliz y el mundo será un lugar mejor seguramente sin mí respirando. Fui pésima madre porque fui pésima persona. Siempre estuve consciente que muchas personas me odian pero ninguna me quiere y sabes..., eso por más loco que suene me gustaba. Quizá elegí la manera equivocada de vivir pero fue la única que me mantuvo a salvo. No te pediré perdón porque creo que lo que te hice no lo tiene, pero solo quería decirte algo que nunca habría podido decirte de frente, desde el primer momento en que te tuve en mis brazos te quise, pero también sentí mucho dolor y nunca dejé de sentirlo, quizá por eso no pude ser buena madre, no pude cuidarte ni darte a ti y a tu hermano lo que una madre debe darle a sus hijos. Seguramente esta carta no la entiendas, hay cosas en mi vida que pasaron y no las pedí, me tocó vivirlas y no supe que hacer con tanto, supongo que no es excusa, pero habemos personas pobres y débiles de alma. Te quiero, de una manera extraña, que no se explicar, que nunca supe demostrar pero te quiero y hacerlo me convirtió en la persona horrible que fui porque me dediqué toda la vida a procurar que me odiaras y te alejaras de mi. Si tomé la decisión de quitarme la vida no es por tristeza, mucho menos depresión, quiero descansar, quise tener control de al menos una cosa en mi vida y mi muerte, cómo morir es lo único que pude elegir en mi vida.

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Sin Amanecer
RomanceTras la decisión de irse lejos y cortar con todo su pasado implicando renunciar a Salvatore y a la posibilidad de superar sus demonios, Aitana comienza una nueva "vida" en Francia donde superficialmente todo parece irle bien al menos profesionalment...