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Salvatore Bianco
No sabía dónde estaba, pero me agradaba la paz que sentía. Escuché por un momento la voz de Aitana como un susurro donde me decía todas esas cosas que deseaba que fueran ciertas. Creo que era mi mente alucinando cursilerías que deseaba que fuesen reales. Era raro pero hasta podía oler su perfume muy cerca de mi. Todo era confuso porque lo último que recuerdo fue haber estrellado el coche contra un árbol y seguido todo fue oscuridad. Ahora no sabía si estaba muerto o en el proceso pero no importaba porque estaba relajado, mi corazón se fortaleció al escuchar la voz de Aitana decir "te amo". Abrí los ojos y lo primero que sentí fue como docenas de aparatos pitaban al mismo tiempo. Estaba confundido, mareado y jodidamente dolorido. Miré un poco hacia el lado y vi dos pintas de sangre conectadas a mis venas con un suero. En mis pies estaba tumbada Renata durmiendo con un semblante exhausto. Al verme postrado en una cama recordé todo, el choque, Aitana y sus palabras vinieron a mi mente y ahí sentí el infierno en el pecho.
— Hey, ¿amor cómo estás? ¿Cómo te sientes?
— ¿Qué ha pasado?
— Has tenido un accidente pero todo está bien ahora. Te han transfundido y estás fuera de peligro.
Asentí con la cabeza
— Estaba borracho, pensando en Aitana y todo lo que me dijo.
— Eso no es importante ahora, ahora lo que importa es que tú estés bien.
— ¿Dónde está ella? ¿Aitana ha venido?
Renata se quedó callada y bajando la mirada con el rostro lleno de dolor respondió.
— Amor, eso no importa ahora
— Respóndeme
Derramó una lágrima rápidamente y suspirando con resignación asintió con la cabeza.
— Está aquí. No se ha movido desde que se enteró de que tuviste el accidente. Si quieres voy y la traigo también.
— No quise lastimarte, solo que..., olvídalo.
— ¿Quieres verla?
Negué con la cabeza
— Estoy bien.
Renata se acercó a mí y agarrando mi mano la besó suavemente pero a pesar de que en su rostro intentaba demostrar serenidad, estaba seguro que por dentro moría lentamente. No estaba seguro cuánto tiempo duraría nuestra relación, de hecho, creo que ahora que Aitana había regresado con eso bastaba para sentir que Renata y yo pendíamos de un hilo sin importar si Aitana y yo estuviésemos juntos o no.
— Te amo, y lo sabes. Te amo pero a veces siento que eso no es suficiente. No importa lo que haga, no importa cuánto me esfuerce seguiremos aquí, tú mirándome con lástima y yo deseando que nunca la hubieses conocido.
— ¿De qué hablas?
— Sabes de lo que hablo. Iré a buscarla para que esté contigo. Es ella a quien quieres tener aquí y en el fondo lo sabes solo que no eres capaz de aceptarlo.
— Eso no es cierto Renata.
Bajó la mirada y con la voz quebrantada insistió.
— Lo vi..., en tus ojos, en los de ella también. Soy la que sobra en todo esto.
Pretendía irse pero rápidamente agarré su mano y no se exactamente porque pero sentí miedo a perderla, a que se fuera, a no volver a verla. Tenía miedo que al tumbarme en el lado izquierdo de la cama ya ella no estuviera. No se como se le llamaba a eso, pero no estaba dispuesto a que se fuera..., no ahora. Renata era como una estrella fugaz a la cual se le pide un deseo y se concede sin dar muchos rodeos. Ella era esa paz que tanto buscaba, Renata irradiaba luz, positivismo, serenidad y también comenzó a cultivar en mí un sentimiento por ella en el cual no lograba conseguirle un nombre por así decirlo. La miré a los ojos y decidido a cerrar jodidos ciclos en mi vida la miré y respondí.
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Sin Amanecer
RomantiekTras la decisión de irse lejos y cortar con todo su pasado implicando renunciar a Salvatore y a la posibilidad de superar sus demonios, Aitana comienza una nueva "vida" en Francia donde superficialmente todo parece irle bien al menos profesionalment...