Capitulo 5: Norte

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Aitana Sorní

No se porque coño abrí ese maldito correo. La lágrimas no dejaron de caer por mis mejillas y el dolor rebasó mas allá de mis límites. Caí en un rincón de mi habitación llorando llena de culpas y remordimientos. Salvatore sufría por mi culpa. Ese correo me llegó más allá del alma. Me sentí horrible, solo quería tomar un avión e ir hasta donde él y decirle que yo también lo amaba, que mucho más me dolía a mi tenerlo lejos. Moría por decirle que a pesar de intentar ser fuerte, después de esa noche en la que esos hombres me violaron ya nada para mi era igual. Que él no entendería lo que siento cuando un hombre se le acerca, el dolor que podría causarle al no tolerarlo cerca. Eran tantas cosas que comenzaban a mortificarme, a agobiarme. Soriana tocó la puerta y al verme en un rincón de la habitación corrió hacia mi preocupada.

— No puedo más, te juro que no lo soporto más. Quiero dejar todo de una vez,  Soriana. No puedo seguir fingiendo que no me duele, no puedo seguir aquí buscando vivir una vida que no es la mía. No soporto ser yo, no soporto como me siento.

Soriana se acercó y sentándose a mi lado agarró mi móvil y al ver que había recibido un correo de Salvatore lo miró con cierta melancolía pero seguido sonrió y abrazándome susurró.

— La solución la tienes tú misma. Regresa a él. Nunca debiste irte.

Negué con la cabeza

— Ya es tarde para los dos. Solo lo lastimaría mas. — Sequé mis lágrimas con mis manos intentando ser más fuerte — Además ya la mujer murió. No se puede basar una relación en sólo sentimientos. No puedo atarlo a alguien que no puede tener sexo, que no tolera que la un hombre la toque, a alguien que solo tiene demonios en su alma..., no puedo atarlo a alguien que se ha quedado vacía sin nada que darle.

— Hey, no llores más. Hagamos algo: vamos a comenzar a pintar el apartamento, pegamos música y comamos dulces y palomitas. Es hora de que nos relajemos un poco y dejes de pensar en..., en fin hoy no se vale pensar en nada más que en la decoración de la casa. Dame ese móvil, apagado se ve mejor.

Soriana me ayudó a ponerme en pie y no tenía mejor cosa que hacer que seguir su plan. Juntas compramos unos botes de pintura color verde manzana para pintar las paredes de la sala de estar y así darle más vida al apartamento. Me gustaba mucho el vinilo y ella lo sabía así que compró varios discos y mientras pintábamos los escuchábamos una y otra vez. Poco a poco fui perdiendo la noción del tiempo y de todos los problemas. Por ese pequeño instante, creo que me sentí libre, me sentí una persona normal. Podía reír, podía hacer chistes sin sentir que solo fingía para ocultar como realmente me sentía. No..., aquel día todo era distinto. Soriana logró hacerme sentir como esa persona que siempre he querido ser y jamás he podido. Bailar..., hacer tonterías e incluso sonreír eran cosas de las que me había olvidado, de las que había dado por muertas  en mi vida. Me hizo sentir normal, como cualquier persona que solo se divierte mientras pinta su casa. Entre risas y tonteras caímos al suelo tropezando una con la otra. Las risas pronto se convirtieron en silencio y miradas misteriosas. Sentí extraño, pero al mismo tiempo algo nuevo y diferente en mí. Miré sus ojos, ella miró los míos y ahí nos quedamos mirándonos por unos segundos. Creo que actué por instinto sin usar la mente, sin medir lo que estaba haciendo. Mis labios terminaron sobre los suyos. Aquello fue distinto, nuevo, alocado. Sus labios eran cálidos, dulces y sutiles. Su lengua no tardó en encontrarse con la mía tímida, más al mismo tiempo deseosa de enredarse en ella como si fuera la última vez que pasaría. Su delicadeza, su dulzura, su forma sutil de besar, la forma en la que me sentí estando ahí con ella fue rara y al mismo tiempo única. Agarró suavemente mi cabello y tirando del mismo buscó profundizar sus labios sobre los míos. Ella tiritaba, estaba acelerada, pude sentir el deseo como un huracán rabioso pero al mismo tiempo lleno de pasión contenido que con un solo beso se había destapado. Esa misma pasión, ese deseo que sentí en sus labios al besar los míos hizo que ella abruptamente se detuviera y sin decir ninguna palabra me hizo a un lado. Se puso de pie y en zancadas avanzó hacia el baño encerrándose en el mismo. No tenía idea qué coño pasó, no sabía cómo actuar o qué hacer. Todo pasó tan rápido que apenas podía asimilar que había besado a mi mejor amiga. Me puse en pie y me acerqué a la puerta sigilosamente. Tocaría la puerta pero gimoteos y pequeños sollozos me detuvieron. Pasé de sentirme agradablemente extraña a sentirme culpable. Agarré el pomo de la puerta para entrar pero me detuve y solo pensé en que lo había jodido todo y quizá también la lastimé. Me recosté sobre la puerta sintiendo el corazón desbocado, por primera vez no sabía qué era exactamente lo que estaba sintiendo, no tenía ni puta idea.

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