Prologo

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Aquel día fue el día en que mi corazón se rompió en mil pedazos para no ser el mismo. No entendí que hice mal, que era eso que faltaba para que pudiera hacerla feliz. Jamás había amado como amé a esa mocosa. Intenté buscar respuestas y solo conseguía enredarme más en la impotencia y el dolor de no tenerlas. ¿En qué fallé? ¿Qué le faltó? Después de Camila, me juré que no amaría a nadie porque hacerlo siempre termina por dañar y luego de conocerla a ella pensé que estaba errado, en realidad era imbécil porque jamás había sufrido a alguien como a Aitana. Aún leía esa nota escueta «Vive, olvídame, sé feliz y comienza de nuevo» Aitana me soltó al viento, me dejo suspendido en el aire sin saber qué coño pasó. Intente por tantos medios luchar contra sus demonios que me olvidé de mis propios demonios y ahora comenzaban a querer salir a su antojo. No paraba de tener pesadillas con esa imagen, su cuello siendo estrangulado, su cuerpo suspendido en el aire y a solo un segundo de morir si yo no hubiera llegado. Saber que pudo morir, imaginarme mi vida sin Aitana en el mundo era..., era sencillamente un jodido infierno. Estaba enojado, pero también estaba dolido. Más bien no tenía ni puta idea de que sentir desde que ella se fue. Ni siquiera se llevó toda su ropa; la dejó ahí para enloquecerme aún más, para dejar una esperanza que se marchitaba pero no acababa de morir. No sabía si odiarla, si buscarla, si olvidarla o solo pretender que nada había pasado. Dolía, dolía como nunca me había dolido el desprecio de alguien que amo. Estaba acostumbrado a dar y recibir nada, a amar y solo recibir desprecio. Desde niño con mi madre y ahora hacía cualquier persona a la cual comenzara a querer. No comprendía porque una mocosa de diecinueve años pudo cambiarme tanto la vida. Intente tantas veces desde que se fue, verla como una más, como si no hubiera sido lo suficiente intenso como para no poder dejar de pensar en ella como un imbécil. Aitana se fue creyendo hacer un bien y solo fue egoísta, cruel.

— Dime dónde está

— No sé donde está. Deberías comenzar a aceptar tu realidad y respetar la decisión de ella.

Chisté enojado

— Claro..., muy conveniente para ti. Es que se me olvida el drama en el que vives, enamorada de tu mejor amiga. Más bien creo que ves por tus propios intereses. Te sienta genial vernos separados.

Soriana apretó los dientes y después de quedarse sepulcralmente callada, solo pude escuchar sus tacones sonar contra el suelo y ella acercase a mí con indigno.

— Sabes cuál es la diferencia entre tú y yo, yo cuando amo, lo hago incondicionalmente, no importa la acción de esa persona que amo, intento comprenderla y solo estar ahí sin juicios ni reclamos. Tú solo quieres encontrarla para reclamarle el que se haya ido yo solo encontrarla para asegurarme de que ella está bien. Piensas que yo soy tu rival, no cariño..., yo estaré enamorada de ella hasta el día en que muera pero también tengo claro que jamás seré correspondida y que Aitana te ama a ti. Creo que comienzo a creer que tu rival al final eres tú mismo. ¿Quieres un consejo? Si algún día la encuentras, no le reclames solo quédate con ella y apóyala no tienes idea los demonios que puede cargar una persona aún sin saber como comenzar a vivir.

Esa conversación de aquel día con Soriana me mantuvo en trance por un par de días. No logré concentrarme en el trabajo, mucho menos en los nuevos negocios que estaban entrando en la empresa. Es que realmente no me importaba una mierda nada. Podía pasar horas mirando el anillo de Aitana buscando consuelo, buscando alguna idea de saber en qué parte del mundo se había ido la mujer que había cambiado mi mundo. Me llené de ira. Ver cifras de más de seis ceros en mi cuenta bancaria y aún teniendo todo ese dinero no ser capaz de encontrarla comenzaba a ser desesperante. El dinero, el prestigio y ser quien soy para nada servía cuando de Aitana se trataba. Cada vez que contemplaba la idea de olvidarla el corazón se me detenía, no era opción, joder no lo era. Odiaba llorar, pocas veces lo hacía para ser exactos, no lloraba desde que era muy joven porque llorar era algo que a mi madre le enojaba bastante. La debilidad era algo que ella no toleraba y yo me acostumbré a no ser débil, aunque por dentro me durrumbara. Estaba a punto de hacer el negocio más importante de mi carrera y aún así, no me importaba mucho. Me jodía porque trabajé tanto por ello, tanto por conseguirlo y al final daba igual si ganaba un par de millones más o me iba a la quiebra. Me pregunté muchas veces si realmente Aitana me amó o solo fui una especie de flotador al que se aferró intentando salvarse pero no fui de mucha ayuda.

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