Huesos

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Durante unos días, en la escuela no se habló de otra cosa que de lo que le habían hecho a la Señora Norris. Filch mantenía vivo el recuerdo en la memoria de todos haciendo guardia en el punto en que la habían encontrado, como si pensara que el culpable volvería al escenario del crimen. Harry le había visto fregar la inscripción del muro con el Quitamanchas mágico multiusos de la señora Skower, pero no había servido de nada: las palabras seguían tan brillantes como el primer día. Cuando Filch no vigilaba el escenario del crimen, merodeaba por los corredores con los ojos enrojecidos, ensañándose con estudiantes que no tenían ninguna culpa e intentando castigarlos por faltas imaginarias como «respirar demasiado fuerte» o «estar contento».

Ginny Weasley parecía muy afectada por el destino de la Señora Norris. Según Ron, era una gran amante de los gatos.

—Pero si no conocías a la Señora Norris —le dijo Ron para animarla—. La verdad es que estamos mucho mejor sin ella. —A Ginny le tembló el labio—. Cosas como éstas no suelen suceder en Hogwarts. Atraparán al que haya sido y lo echarán de aquí inmediatamente. Sólo espero que le dé tiempo a petrificar a Filch antes de que lo expulsen. Esto es broma... —añadió apresuradamente, al ver que Ginny se ponía blanca.

Aquel acto vandálico también había afectado a Hermione. Ya era habitual en ella pasar mucho tiempo leyendo, pero ahora prácticamente no hacía otra cosa. Cuando le preguntabamos qué buscaba, no obteníamos respuesta, y tuvimos que esperar al miércoles siguiente para enterarmos.

Todos menos Harry, nos encontrábamos midiendo nuestros pergaminos para la clase de Historia de la Magia. El profesor Binns había mandado un trabajo de un metro de largo sobre «La Asamblea Medieval de Magos de Europa».

—No puede ser, todavía me quedan veinte centímetros... —dijo furioso Ron soltando el pergamino, que recuperó su forma de rollo— y Hermione ha llegado al metro y medio con su letra diminuta.

-No es tan difícil Ron

-Lo dices porque te quedan solo 2 centímetros para terminar Laura, pero a mi me falta una eternidad.

-A ver, déjame ayudarte- aparté mi pergamino para ayudarle a redactar la información.

—¿Y Hermione, Dónde está? —preguntó Harry, cogiendo la cinta métrica y desenrollando su trabajo.

—En algún lado por allá —respondió Ron, señalando hacia las estanterías—. Buscando otro libro. Creo que quiere leerse la biblioteca entera antes de Navidad.

Hermione surgió de entre las estanterías. Parecía disgustada pero dispuesta a hablarles por fin.

—No queda ni uno de los ejemplares que había en el colegio; se han llevado la Historia de Hogwarts —dijo, sentándose junto a Harry y Ron—. Y hay una lista de espera de dos semanas. Lamento haberme dejado en casa mi ejemplar, pero con todos los libros de Lockhart, no me cabía en el baúl.

—¿Para qué lo quieres? —le preguntó Harry.

—Para lo mismo que el resto de la gente —contestó Hermione—: para leer la leyenda de la Cámara de los Secretos.

—¿Qué es eso? —preguntó Harry al instante.

—Eso quisiera yo saber. Pero no lo recuerdo —contestó Hermione, mordiéndose el labio—. Y no consigo encontrar la historia en ningún otro lado.

—Hermione, déjame leer tu trabajo —le pidió Ron desesperado, mirando el reloj.

—No, no quiero —dijo Hermione, repentinamente severa—. Has tenido diez días para acabarlo.

-Laura- suplicó el pelirrojo

-Ni lo pienses

—Sólo me faltan seis centímetros, venga.

Los hermanos PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora