visitante no deseado (Inicio segundo libro)

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—¡Es la tercera vez esta semana! —se quejó Vernon sentado a la mesa—. ¡Si no puedes dominar a esa lechuza, tendrá que irse a otra parte!

Harry intentó explicarse una vez más.

—Es que se aburre. Está acostumbrada a dar una vuelta por ahí. Si pudiera dejarla salir aunque sólo fuera de noche...

—¿Acaso tengo cara de idiota? —gruñó tío Vernon, con restos de huevo frito en el poblado bigote—. Ya sé lo que ocurriría si saliera la lechuza.

Cambió una mirada sombría con su esposa, Petunia.

Comía mis huevos revueltos en silencio cuando Dudley comenzó a molestarme por tercera vez esa mañana.

Dudley, que estaba tan gordo que el trasero le colgaba por los lados de la silla, hizo una mueca y se volvió hacia Harry.

—Pásame la sartén.

—Se te han olvidado las palabras mágicas —repuso Harry de mal talante.

El efecto que esta simple frase produjo en la familia fue increíble

—¡Me refería a «por favor»! —dijo Harry inmediatamente, dándose cuenta del error cometido—. No me refería a...

—¿QUÉ OS TENGO DICHO —bramó el tío, rociando saliva por toda la mesa— ACERCA DE PRONUNCIAR LA PALABRA CON «M» EN ESTA CASA?

—Pero yo...

—¡CÓMO TE ATREVES A ASUSTAR A DUDLEY! —dijo furioso tío Vernon, golpeando la mesa con el puño.

—Yo sólo...

—¡TE LO ADVERTÍ! ¡BAJO ESTE TECHO NO TOLERARÉ NINGUNA MENCIÓN A TU ANORMALIDAD!

-Venga ya, ni que fuera a morir por una simple palabra- mencioné a la par que cortaba el bacon. Vernon se ponía a cada instante más rojo.

—De acuerdo —dijo Harry- tratando de salvarme de aquella situación- no volveremos a mencionar esa palabra jamás.

Tío Vernon volvió a sentarse, resoplando como un rinoceronte al que le faltara el aire.

En realidad mi mente no se encontraba en aquella casa, sino que seguía viajando por el castillo. Recorriendo cada estancia visitada a lo largo del año. Recordando todas las cenas y comidas en compañía de gente maravillosa. Los partidos de Quidditch. Las ovaciones del público cada vez que alguien anotaba un punto o yo capturaba la Snitch. Las clases de pociones. Seamus Finnigan explotando cosas sin querer. Dean y yo trabajando juntos en algún proyecto por parejas. Hermione ayudándonos a estudiar. Ron buscando a su rata. Harry y yo riendo por cosas que solo nosotros conocíamos. Ir todas las semanas a la cabaña de Hagrid a tomar el té y comer aquel horrendo pastel. Enseñandole juegos de mesa muggles a Neville. Haciendo trastadas con los gemelos mientras tratábamos de no ser descubiertos por Percy, Peeves o Flich. Y por último, cierto rubio platinado y sus miradas de odio hacia el resto de nosotros.

Tenía la necesidad imperiosa de volver, sentirme yo otra vez. Quería volver a ser yo.

—Bueno, como todos sabemos, hoy es un día muy importante.- interrumpió mis pensamientos.

Harry levantó la mirada, incrédulo.

—Puede que hoy sea el día en que cierre el trato más importante de toda mi vida profesional —dijo tío Vernon.

Volví a concentrar mi atención en la tostada. Por supuesto, pensó con amargura, tío Vernon se refería a su estúpida cena. No había hablado de otra cosa en los últimos quince días. Un rico constructor y su esposa irían a cenar, y tío Vernon esperaba obtener un pedido descomunal. La empresa de tío Vernon fabricaba taladros.

Los hermanos PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora