Amigo para Nore

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Después de alejarnos varias calles, me dejé caer sobre un muro bajo de la calle Magnolia, jadeando a causa del esfuerzo. Harry hizo lo mismo. Nos quedamos sentados, inmóviles, seguía furiosa. Pero después de estar diez minutos solos en la oscura calle, me sobrecogió una nueva emoción: el pánico. De cualquier manera que lo mirara, nunca habíamos estado en peor apuro.

Abandonados a suerte y totalmente solos en el sombrío mundo muggle, sin ningún lugar al que ir. Y lo peor de todo era que acababamos de utilizar la magia de forma seria, lo que implicaba, con toda seguridad, nuestra expulsión de Hogwarts. Habíamos infringido tan gravemente el Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad que me sorprendía no haber visto aún a los representantes del Ministerio de Magia para llevarnos..

Tampoco teníamos dinero muggle. Quedaba algo de oro mágico en el monedero, en el fondo del baúl de Harry, pero el resto de la fortuna que nos habían dejado estaba en Gringotts, en Londres.

-¿Que hacemos ahora Harry? Porque yo no pienso regresar a esa casa por lo menos hasta el año que viene

-No tengo ni idea Laura.

Un extraño cosquilleo en la nuca me provocaba la sensación de que nos estaban vigilando, pero la calle parecía desierta y no brillaba luz en ninguna casa.

Al parecer Harry también lo intuyó, porque se incorporó rápidamente.

—¡Lumos! —susurré.

Una luz apareció en el extremo de la varita, casi deslumbrándome. La mantuve en alto, por encima de la cabeza, y las paredes del nº 2, recubiertas de guijarros, brillaron de repente. La puerta del garaje se iluminó y vi allí, nítidamente, la silueta descomunal de algo que tenía ojos grandes y brillantes.

Me echó hacia atrás y tropecé con el baúl. Harry seguía de pie, inmóvil.

De repente sonó un estruendo y tapé mis ojos con mis manos, para protegerlos de una repentina luz cegadora...

Dando un grito, me aparté rodando de la calzada justo a tiempo. Un segundo más tarde, un vehículo de ruedas enormes y grandes faros delanteros frenó con un chirrido exactamente en el lugar en que había caído. Era un autobús de dos plantas, pintado de rojo vivo, que había salido de la nada. En el parabrisas llevaba la siguiente inscripción con letras doradas:

AUTOBÚS NOCTÁMBULO

El cobrador, de uniforme rojo salto del autobús y dijo en voz alta sin mirar a nadie:

—Bienvenidos al autobús noctámbulo, transporte de emergencia para el brujo abandonado a su suerte. Alargue la varita, suba a bordo y lo llevaremos a donde quiera. Me llamo Stan Shunpike. Estaré a su disposición esta no...

El cobrador se interrumpió. Acababa de ver que yo seguía tirada en el suelo mientras Harry le miraba confundido. Me levanté rápidamente, tomando mi varita que había caído al suelo.

—¿Qué hacías ahí? —dijo Stan, abandonando los buenos modales.

—Me caí —contesté

—¿Para qué? —preguntó Stan— con risa burlona.

—No me caí a propósito —dije.

-¿Y a ese que le pasa?- dijo señalando a mi hermano.

-Tiene sueño- fue lo primero que se me ocurrió decir.

. De pronto recordé por qué me había caído y volvi para mirar en el callejón, entre el garaje y la valla. Los faros delanteros del autobús noctámbulo lo iluminaban y era evidente que estaba vacío.

—¿Qué miras? —preguntó Stan.

—Había algo grande y negro —expliqué, señalando dubitativa—.

Los hermanos PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora