medio-gigante

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—Me han ascendido —escuché decir Percy al otro lado de la mesa.—. Ahora soy el ayudante personal del señor Crouch, y he venido en representación suya.

—¿Por qué no ha venido él? —preguntó Harry.

—Lamento tener que decir que el señor Crouch no se encuentra bien, nada bien. No se ha encontrado bien desde los Mundiales. No me sorprende: es el exceso de trabajo. No es tan joven como antes. Aunque sigue siendo brillante, desde luego: su mente si que es la misma de siempre. Pero la Copa del Mundo resultó un fiasco para el Ministerio, y además el señor Crouch sufrió un revés personal muy duro a causa del comportamiento indebido de su elfina doméstica, Blinky o como se llame. Como era natural, él la despidió inmediatamente después del incidente; pero, bueno, aunque se las apaña, como yo digo, la verdad es que necesita que lo cuiden, y me temo que desde que ella no está en la casa su vida es mucho menos cómoda. Y a continuación tuvimos que preparar el Torneo, y luego vinieron las secuelas de los Mundiales, con esa repelente Skeeter dando guerra. Pobre hombre, está pasando unas Navidades tranquilas, bien merecidas. Estoy satisfecho de que supiera que contaba con alguien de confianza para ocupar su lugar..

Dejé de atender a la conversación entre Harry y Percy. A mi derecha, Hermione rebozaba de felicidad mientras no paraba de hablar con Krum, quien a pesar de su problema con el idioma, trataba de comprenderla a la perfección. A mi izquierda, Fleur había entablado una animada conversación con Malfoy, ignorando por completo a su acompañante. Malfoy no parecía muy interesado en la conversación, ya que respondía solamente con monosílabos y de vez en cuando con un comentario un poco grotezco. Así que me limité a mirar el plato frente a mi. Aún no había comida; sólo unas pequeñas minutas delante de cada uno de ellos. vi como Harry cogía la suya, dudando, y miraba a su alrededor. No había camareros. Observé que Dumbledore leía su menú con detenimiento y luego le decía muy claramente a su plato:

—¡Chuletas de cerdo!

Y las chuletas de cerdo aparecieron sobre él. Captando la idea, los restantes comensales también pidieron a sus respectivos platos lo que deseaban. Le eché una mirada a Hermione para ver qué le parecía aquel nuevo y más complicado sistema de cena, que seguramente implicaría más trabajo para los elfos. Pero, por una vez, Hermione no parecía acordarse de la P.E.D.D.O.: estaba absorta en su charla con Viktor Krum, y ni siquiera parecía ver lo que comía.

Miré el menú, decidiéndome que pedir, mientras escuchaba a Viktor hablar muy animadamente con mi mejor amiga.

—Bueno, «nosotrros» tenemos también un castillo, no tan «grrande» como éste, ni tan «conforrtable», me «parrece» —le decía a Hermione—. Sólo tiene «cuatrro» pisos, y las chimeneas se «prrenden» únicamente por motivos mágicos. Pero los terrenos del colegio son aún más amplios que los de aquí, aunque en «invierrno» apenas tenemos luz, así que no los «disfrrutamos» mucho. «Perro» en «verrano» volamos a «diarrio», «sobrre» los lagos y las montañas.

—¡Para, para, Viktor! —dijo Karkarov, con una risa en la que no participaban sus fríos ojos—. No sigas dando más pistas, ¡o tu encantadora amiga sabrá exactamente dónde se encuentra el castillo!

Dumbledore sonrió, no sólo con la boca sino también con la mirada.

—Con todo ese secretismo, Igor, se podría pensar que no queréis visitas.

—Bueno, Dumbledore —dijo Karkarov, mostrando plenamente sus dientes amarillos—, todos protegemos nuestros dominios privados, ¿verdad? ¿No guardamos todos con celo los centros de saber en que se aprende lo que nos ha sido confiado? ¿No tenemos motivos para estar orgullosos de ser los únicos conocedores de los secretos de nuestro colegio? ¿No tenemos motivos para protegerlos?

Los hermanos PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora