La cámara ha sido abierta

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Llegó octubre y un frío húmedo se extendió por los campos y penetró en el castillo. La señora Pomfrey, la enfermera, estaba atareadísima debido a una repentina epidemia de catarro entre profesores y alumnos. Su poción Pepperup tenía efectos instantáneos, aunque dejaba al que la tomaba echando humo por las orejas durante varias horas.

Gotas de lluvia del tamaño de balas repicaban contra las ventanas del castillo durante días y días; el nivel del lago subió, los arriates de flores se transformaron en arroyos de agua sucia y las calabazas de Hagrid adquirieron el tamaño de cobertizos. El entusiasmo de Oliver Wood, sin embargo, no se enfrió, y por este motivo, a última hora de una tormentosa tarde de sábado, cuando faltaban pocos días para Halloween, me encontraba volviendo a la torre de Gryffindor junto a Harry, ambos hasta los huesos y salpicados de barro.

Aunque no hubiera habido ni lluvia ni viento, aquella sesión de entrenamiento tampoco habría sido agradable. Fred y George, que espiaban al equipo de Slytherin, habían comprobado por sí mismos la velocidad de las nuevas Nimbus 2.001. Dijeron que lo único que podían describir del juego del equipo de Slytherin era que los jugadores cruzaban el aire como centellas y no se les veía de tan rápido como volaban.

Si tan solo supieran que yo estaba ayudando a su buscador a mejorar. El día siguiente a la noche en la que me había reunido, le mandé una lechuza diciendo que aceptaba el trato.

*Flashback*

Llevaba todo el desayuno pensando en donde podría ayudar a Malfoy a entrenar. Lo más probable es que debamos pedirle algún permiso a algún profesor, pero tampoco es que me ilusionaba mucho la idea de que supieran de mi obra de caridad con Malfoy.

Estabamos en la última clase del día, la de pociones, impartida por Snape y la que compartimos con los alumnos de Slytherin.

Estaba tratando de averiguar una forma de informar a Malfoy de que se quedara al final de la clase sin que ninguno de mis amigos se enterara. En ese momento, como si fuese una señal del universo, el rubio tiró una pelota de papel a mi cabeza. Le miré enfadada y mientras reía con sus amigos señaló a la nota.

La recogí del suelo sin que Snape lo notara y desenvolví.

Sabes ya que días y donde vamos a practicar?

Respondí la nota diciéndole que después de la clase se inventara una excusa y se quedara en clase, y luego le tiré la nota simulando estar molesta. No le volví a dirigir la mirada en lo que restaba de clase.

-Fin de la clase, para el próximo día quiero por escrito la receta y efectos de todas las pociones mencionadas en clase. Podeis marcharos- habló Snape desganado.

Los chicos recogieron sus cosas mientras marchaban hacia la puerta.

-Ir yendo, tengo que hablar algo con el profesor- dije

-Ok, no tardes mucho- Harry me dedicó una mirada rápida.

Malfoy había hecho lo mismo con los de su casa, quedando solo nosotros en clase con el profesor.

-Señorita Potter, señor Malfoy- Snape levantó la vista de su papeleo sobre su mesa- puedo ayudarles en algo?

-Si profesor, verá... Nos gustaría pedirle por escrito un permiso para poder usar el campo de quidditch para practicar ya que nos gustaría mejorar nuestras habilidades como buscadores- expliqué.

Snape nos observó por unos segundos, tratando de entender si decíamos la verdad o una mentira.

-Y porque precisamente practicar vosotros dos juntos, cuando pertenecéis a casas diferentes?

-Potter me pidió ayuda para mejorar sus habilidades en el terreno- dijo Malfoy rápidamente. Le habría partido la cara por mentir si Snape no estuviese en frente y de eso no dependiese el permiso.

Los hermanos PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora