Levanté la varita.
—¡Accio Saeta de Fuego! —grité.
Aguardé, confiando y rogando con todo mi ser. Si no funcionaba, si la escoba no acudía... Parecía que lo veía todo a través de una extraña barrera transparente y reluciente, como una calima que hacía que el cercado y los cientos de rostros que había a mi alrededor flotaran de forma extraña...
Y entonces la oí atravesando el aire tras de mi. Me volvÍ y vi la Saeta de Fuego volar hacia mi por el borde del bosque, descender hasta el cercado y detenerse en el aire, a mi lado, esperando que la montara. La multitud alborotaba aún más... Bagman gritaba algo... pero mis oídos ya no funcionaban bien, porque oír no era importante...
Pasé una pierna por encima del palo de la escoba y di una fuerte patada en el suelo para elevarme. Un segundo más tarde sucedió algo milagroso. Al elevarme y sentir el azote del aire en la cara, al convertirse los rostros de los espectadores en puntas de alfiler de color carne y al encogerse el Panza de hierro hasta adquirir el tamaño de un perro, comprendí que allá abajo no había dejado únicamente la tierra, sino también el miedo: por fin estaba en mi elemento.
Aquello era sólo otro partido de quidditch... nada más, y el dragón era simplemente el equipo enemigo...
Miré la nidada, y vi el huevo de oro brillando en medio de los demás huevos de color cemento, bien protegidos entre las patas delanteras del dragón.
«Bien —me dije a mi misma—, tácticas de distracción. Adelante.»
Descendí en picado. El ironbelly me siguió con la cabeza. Sabía lo que el dragón iba a hacer, y justo a tiempo frené mi descenso y me elevé en el aire.
Llegó un chorro de fuego justo al lugar en que me habría encontrado si no hubiera dado un viraje en el último instante... pero no me preocupó: era lo mismo que esquivar una bludger.
—¡Cielo santo, vaya manera de volar! —vociferó Bagman, entre los gritos de la multitud—. ¿Ha visto eso, señor Krum? ¡Y pensar que la joven Potter se encontraba en desventaja desde el principio debido a su lesión en la muñeca!
Me elevé en círculos. El ironbelly seguía siempre su recorrido, girando la cabeza sobre su largo cuello. Si continuaba así, se marearía, pero era mejor no abusar o volvería a echar fuego. Me lancé hacia abajo justo cuando el dragón abría la boca, pero esta vez tuve menos suerte. Esquivé las llamas, pero las garras de la bestia se alzaron hacia mi, y al virar a la izquierda uno de los largas garras me rasgó profundamente el hombro.
La túnica quedó desgarrada.
El brazo comenzaba a dolerme profundamente. La multitud gritaba, pero traté de ignorarla. Sobrevolé la espalda del ironbell y se me ocurrió una posibilidad...
El dragón no parecía dispuesto a moverse del sitio: tenía demasiado afán por proteger los huevos. Aunque retorcía la cabeza y plegaba y desplegaba las alas sin apartar sus terribles ojos rojos, era evidente que temía apartarse demasiado de sus crías. Así pues, tenía que persuadirlo de que lo hiciera, o de lo contrario nunca podría apoderarme del huevo de oro. El truco estaba en hacerlo con cuidado, poco a poco.
Empecé a volar, primero por un lado, luego por el otro, no demasiado cerca para evitar que echara fuego por la boca, pero arriesgándome todo lo necesario para asegurarme de que la bestia no me quitaba los ojos de encima. La cabeza del dragón se balanceaba a un lado y a otro, mirándome por aquellas pupilas verticales, enseñándo los colmillos...
Remonté un poco el vuelo. La cabeza del dragón se elevó conmigo, alargando el cuello al máximo y sin dejar de balancearse como una serpiente ante el encantador.
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Los hermanos Potter
FanfictionDos enemigos pero un solo corazón... Laura y Draco deberán afrontar grandes obstáculos para demostrarse el uno al otro que el amor lo puede todo.