pequeño asesinato

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Sabía que la intención de Hermione había sido buena, pero eso no me impidió enfadarme con ella. Habíamos sido propietarios de las mejores escoba del mundo durante unas horas y, por culpa de Hermione, ya no sabía si la volvería a ver.

Alguien tocó la puerta de la habitación, y Hermione entró por ella. Lucía avergonzada.

-Laura...- dijo pero no le miré a la cara. Me sentía ligeramente traicionada- lo siento, pero lo hice por vuestro bien. No sabíamos de quien venían esas escobas, y en la situación en la que os encontrais ahora, es mejor prevenir.

Suspiré, derrotara. Hermione tenía razón. Me levanté de la cama y caminé en su dirección.

-No debes pedirme perdón tonta, solamente me molestó un poco, pero tienes razón- Hermione sonrió aliviada.- Por los chicos, no te preocupes, en par de días se les pasará.

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Me alegró que el resto del colegio regresara poco después de Año Nuevo y la torre de Gryffindor volviera a estar abarrotada de gente y de bullicio.

Wood nos buscó a mi y Harry la noche anterior al comienzo de las clases.

—¿Qué tal las Navidades? —preguntó. Y luego, sin esperar respuesta, se sentó, bajó la voz y dijo—: He estado meditando durante las vacaciones, gemelos. Después del último partido, ¿sabeís? Si los dementores acuden al siguiente... no nos podemos permitir que vosotros... bueno...

Wood se quedó callado, con cara de sentirse incómodo.

—Estamos trabajando en ello —dijo Harry rápidamente—. El profesor Lupin dijo que nos daría unas clases para ahuyentar a los dementores. Comenzaremos esta semana. Dijo que después de Navidades estaría menos atareado.

—Ya —dijo Wood. Su rostro se animó—. Bueno, en ese caso... Realmente no quería perderos como jugadores. ¿Habéis comprado ya otra escoba?

—No —contesté.

—¿Cómo? Pues será mejor que os deis prisa. No puedes montar en esa Estrella Fugaz en el partido contra Ravenclaw.

—Les regalaron dos Saetas de Fuego en Navidad —dijo Ron.

—¿Dos Saetas de Fuego? ¡No! ¿En serio? ¿Dos Saetas de Fuego de verdad?

—No te emociones, Oliver —dije—. Ya no las tenemos. Las confiscaron. —Y expliqué que estaban revisando la Saeta de Fuego en aquellos instantes.

—¿Hechizada? ¿Por qué podría estar hechizada?

—Sirius Black —explicó Harry sin entusiasmo—. Parece que va detrás de nosotros. Así que McGonagall piensa que él nos la podría haber enviado.

Desechando la idea de que un famoso asesino estuviera interesado por la vida de su buscador; Wood dijo:

—¡Pero Black no podría haber comprado dos Saeta de Fuego! Es un fugitivo. Todo el país lo está buscando. ¿Cómo podría entrar en la tienda de Artículos de Calidad para el Juego del Quidditch y comprar dos escobas?

—Ya lo sé. Pero aun así, McGonagall quiere desmontarla.- expliqué

Wood se puso pálido.

—Iré a hablar con ella, Harry —le prometió—. La haré entrar en razón...Dos Saeta de Fuego... no una, sino dos ¡dos auténticas Saeta de Fuego en nuestro equipo! Ella tiene tantos deseos como nosotros de que gane Gryffindor... La haré entrar en razón... ¡Dos Saeta de Fuego...!

Wood parecía eufórico mientras caminaba en dirección a su dormitorio, repitiendo que tenía dos Saetas de Fuego en el equipo.

Las clases comenzaron al día siguiente. Lo último que deseaba nadie una mañana de enero era pasar dos horas en una fila en el patio, pero Hagrid había encendido una hoguera de salamandras, para su propio disfrute, y pasamos una clase inusualmente agradable recogiendo leña seca y hojarasca para mantener vivo el fuego, mientras las salamandras, a las que les gustaban las llamas, correteaban de un lado para otro de los troncos incandescentes que se iban desmoronando. Me causaban mucha ternura.

Los hermanos PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora