Tus deseos más profundos

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Se iba acercando la navidad, y con ella las vacaciones de fin de año, en las que todos volvían a casa con su familia, cosa que ni para mi ni para mi hermano podría ser posible.

-Siento lástima- comenzó a hablar Draco durante la última clase de pociones- por toda aquella gente que tendrá que quedarse aquí porque su familia no los quiere.- Apostaba mi escoba que ese comentario iba dirigido a nosotros. Pero por algún motivo eso no me molestaba. Ron y sus hermanos tampoco irían, ya que sus padres decidieron ir a visitar a su hermano Charlie.

Al terminar la clase nos dirigimos hacia la biblioteca. Hermione estaba empeñada en encontrar un libro que hablase de Nicolás Flamel. Hagrid lo había mencionado mientras ella y Ron le preguntaban sobre lo que custodiaba el perro, que resultó llamarse Fluffy.

Llevábamos más de una hora buscando algo que nos diera un mínimo de información, pero no había nada de nada. Harry intentó colarse en la sección prohibida, donde había libros a los que solo los profesores y alumnos de cursos avanzados tenían permiso para usar, pero la bibliotecaria le descubrió y nos echó del lugar.

—Vais a seguir buscando cuando yo no esté, ¿verdad? —dijo Hermione—.Si encontráis algo, enviadme una lechuza.

—Y tú podrás preguntarle a tus padres si saben quién es Flamel —dijo Ron—. Preguntarle a ellos no tendrá riesgos.

—Ningún riesgo, ya que ambos son dentistas —respondió Hermione.

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Cuando comenzaron las vacaciones, Ron ,Harry y yo tuvimos mucho tiempo para pensar en Flamel. Teníamos los dormitorios para nosotros solos, y al ser los únicos de Gryffindor que quedaban, a parte de los otros Weasley, todas las noches dormíamos en la sala común, junto a la chimenea.

Nos quedabamos comiendo todo lo que podíamos pinchar en un tenedor de tostar (pan, buñuelos, melcochas) mientras planeábamos formas de hacer que expulsaran a Malfoy, muy divertidas, pero imposibles de llevar a cabo.

Ron también comenzó a enseñar a Harry a jugar al ajedrez mágico. Era igual que el de los muggles, salvo que las piezas estaban vivas, lo que lo hacía muy parecido a dirigir un ejército en una batalla. El juego de Ron era muy antiguo y estaba gastado. Como todo lo que tenía, había pertenecido a alguien e su familia, en este caso a su abuelo. Sin embargo, las piezas de ajedrez viejas no eran una desventaja. Ron las conocía tan bien que nunca tenía problemas en hacerles hacer lo que quería.

Por otro lado, los gemelos me llevaban con ellos cada vez que iban a hacer alguna maldad. Me llamaban "su más preciada aprendiz" sobre todo porque era la única. No había tantos alumnos, por lo que la mayoría de sus trastadas iban dirigidas a Filch y a la señora Norris, las cuales terminaban con los tres corriendo agitados por los pasillos para no ser atrapados.

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El día de Navidad, salí disparada del sitio en el que me había dormido hacia el árbol, el cual estaba lleno de regalos.

—¡Feliz Navidad! —me saludó medio dormido Ron, mientras Harry saltaba felizmente en su sitio.

—Para ti también —contesté. -¡Mira esto Harry! ¡Nos han enviado regalos!

—¿Qué esperabas, nabos? —dijo Ron, volviéndose hacia sus propios paquetes, que eran más numerosos que los de Harry y los míos.

Cogí el prime paquete con mi nombre, tenía una pequeña nota adjunta

«Para Laura de Hagrid».

En el interior del paquete se encontraba un pequeño pero detallado cofre de madera, parecía hecho a mano, y en su interior una pulsera con pequeñas piedras azules incrustadas en ella.

Los hermanos PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora