Capitulo 30: Tiempo

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~Sandra~

Con la cabeza hundida en la almohada de mi cama, sin ganas de levantarme, de hablar con nadie, ni de salir de casa, solo quería quedarme dormida todo el día, no quería enfrentar la realidad en la que estaba viviendo en este momento. Levanté el celular que estaba cargándose en la mesita de mi habitación, me sentí bastante alegre que no lo haya perdido, en su momento pensé que Carlos me lo habia quitado, pero al parecer lo había dejado tirado en el pasillo del antro, por lo que cuando mis amigos lo encontraron, lo conservaron pensando que podrían encontrar pistas sobre mi paradero, así que la policía lo había hackeado, aunque estaba algo rayado al menos toda mi informacion, fotos y documentos estaban totalmente intactos. 

Al encenderlo, un mensaje apareció en mi pantalla, era de mi amiga Fernanda — Hola, ¿Cómo estás?— Debe estar preocupada puesto que desde que regresé no he querido hablar con nadie

     —Bien, gracias. Ya estoy más descansada— envié el mensaje y después fui al baño para lavarme el rostro con agua fría. Al ver mi reflejo en el espejo pude notar que algo había diferente en mi, algo estaba roto y el no poder hablarlo con nadie, estaba consumiéndome. El sonido del mensaje interrumpió mi proceso introspectivo mientras miraba mi rostro —Que bueno, me alegra leer que estás mejor, ¿puedo ir a verte?.

Me senté en el suelo y suspiré un poco antes de responderle:

     -Sandra: ¿Cómo está Ángel?

*Escribiendo…*

    -Fernanda: Preocupado, como todos nosotros.

*Escribiendo…*

    -Fernanda: ¿Por qué no has ido a hablar con él?

    -Sandra: Tenía muchas cosas que pensar, es un poco complicado y difícil para mi.

    -Fernanda: No entiendo.. ¿qué pasa… amiga?

    -Sandra: Por ahora no puedo decírtelo, menos por mensaje. Pero ayúdame, acompáñame a ver a Ángel ahorita.

    -Fernanda: mmm esta bien, ahorita llego a tu casa.

    -Sandra: Gracias, amiga. 

Mi corazón se llenó de felicidad al saber que pronto podría verlo, escuchar su voz, aunque sea para despedirme de él. Así que me coloqué unos jeans rotos, una blusa negra con un girasol en medio, me hice trenzas en el cabello para disimular lo desordenado que estaba. No tenía ganas de maquillarme así que solo me puse algo de corrector debajo de los ojos para disimular las ojeras y un poco de rimel en las pestañas. 

Al bajar al primer piso de la casa, encontré a mi madre preparando el desayuno, un rico olor a tocino frito y a huevos revueltos invadieron mis fosas nasales —Buenos días mamá.

     —Buenos días hija, ¿cómo dormiste?
     —Bien, aún me duele un poco la cabeza, pero ya estoy mejor. 
     —Que bueno mi niña— se acercó para darme un beso en la frente —Papá me dijo que te dijera que te ama, tuvo que irse a trabajar muy temprano por estos días que estuvo ausente. 
     —Les di muchos problemas, lo siento— aunque sabía que no era mi culpa, no dejaba de sentirme mal por haberlos preocupado tanto a todos. 
     —No digas eso, estamos felices de que estés bien y eso es lo único que importa, ¿me entiendes?, nunca te vuelvas a culpar por eso.
     —Mamá… —Un nudo se hizo en mi pecho, sentía unas ganas inmensas de contarle todo.
     —si?— colocó su mano sobre la mía— sabes que puedes confiar en mi.
     —Lo sé, gracias. No es nada, solo quería darte las gracias 
     —Buenoo— me dio una mirada sospechosa —anda come, que el desayuno es la comida más importante del día— dijo mientras me servía en un plato lo que estaba preparando.
     —De verás, ahorita va a venir Fernanda, vamos a salir un rato.
     —¿A dónde?, la verdad es que prefiero que no salgas, me da miedo, entiendeme, está muy reciente todo. 
     —Yo tampoco quiero salir y lo entiendo perfectamente, pero necesito ver a Ángel.
     —¿Quieres que te lleve yo?
     —No, prefiero ir con Fer.
     —Está bien— le dio una mordida a su tostada con cajeta —cuidate mucho, por favor no vuelvas tarde. 
      —Lo haré, no te preocupes— comencé a comer.

Amor en tiempos de tragedia...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora