Capitulo 25: Un empujón

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Ángel había pasado dos días más en el hospital puesto que la infección no estaba disminuyendo. Sandra y sus padres por su parte no habían tenido la intención de comentarle sobre la oferta del colega de su padre sobre buscar alternativas para tratar su condición. Por ahora querían que él estuviera lo más tranquilo posible. 

~Sandra~

     —¿Escuchaste que habrá una fiesta hoy?— Fernanda me preguntó algo emocionada.
     —Ehmm… no, no había escuchado sobre una fiesta hoy. ¿Quién la organiza o cómo? 
     —Marifer, ya sabes que sus padres tienen bastante dinero y para celebrar su cumpleaños ella les pidió que le rentaran el antro “Eos”, me dijo que estamos invitadas.
     —Wow, ese antro está muy genial, solo he ido una vez.
     —Si, es de los mejores antros de la región, ¿qué dices? ¡Vamos!
Me quedé pensando acerca de su propuesta, la verdad no tenía planeado hacer nada el día de hoy. —Ángel aún no sale del hospital, ¿no quieres ir por eso? 
     —No es por eso, hoy sale en la tarde, ya está mejor, solo que no sé si estoy de ánimo. 
     —Vamos, se pondrá bueno. Hace falta ir a bailar, hace mucho no vamos a un antro.
     —Voy a ver. Te aviso en un rato ¿va?

Mi amiga no se miraba muy convencida de mi respuesta, pero no le quedó más que aceptar mi respuesta a medias —¿Ahora vas a ir a verlo?
      —Si, antes de salir me parece que tomará su rehabilitación física, voy a ir a darle ánimos.
      —¿Es muy improbable que lo podamos llevar a la fiesta?
      —¡No!, no hay forma de que vaya, acaba de librar una infección bastante fuerte. Por ahora es mejor que descanse en casa. 
       —Tienes razón, es solo que Alejandro me dijo que ya se miraba mejor ayer que fue a visitarlo.
       —Si, está mucho mejor, pero es por precaución.  
       —Bueno, espero que pronto este mejor ya que dijo que quería regresar a estudiar a la Facultad ¿no?
       —Es algo que le da mucha ilusión, espero que se pueda. 
       — Ya verás que si amiga— me dio un fuerte abrazo —Me tengo que ir, nos estamos mensajeando para que me confirmes si vas a ir y pasar por ti a tu casa. 
       —Claro, nos vemos. Te quiero Fer.
       —Yo también te quiero San. 

Cuando nos despedimos iba pensando que era cierto lo que ella me decía, hace mucho tiempo que nuestras vidas están de cabeza, entre preocupaciones y estrés, no había tenido tiempo de relajarme un rato e ir a divertirme como lo hacía antes. Pero tampoco quería despegarme de mi novio, tenía planeado pasar la tarde-noche con él. 

~Angel~

Después de desayunar la comida sin sabor del hospital por fin hoy en la tarde me darían de alta, pero antes decidimos aprovechar que ya estaba aquí para tomar mi sesión de terapia, con suerte tal vez encuentre a mi amigo Cristian tomando su sesión también.   
Para mi sorpresa Rosalinda, la asistente de mi doctora estaba en lugar, hacía ya desde que tuvimos ese malentendido que no la miraba. Me dijeron que había pedido cambio de horario, pero como hoy era un día fuera de mi calendario, era bastante probable encontrarla aquí. Cuando me vio, se puso roja del rostro, sin mentir, el ambiente se estaba tornando algo incómodo, por lo que trate de ignorar y seguir con mi camino, me dirigí únicamente hacia mi terapeuta. 
     —¡Ángel!, ¿cómo estas? supe que estuviste internado estos días.
     —Es que ya extrañaba dormir en el hospital y comer los alimentos sin sabor de este lugar— respondí  sarcásticamente —Espero no agregarle más trabajo, pero ya que estaba aquí decidí pasar y tomar la terapia que me toca mañana. 
     —Me avisaron que venías, no te preocupes, aquí tenemos lugar para tomar tu rutina hoy sin problemas. ¿Te parece si Rosy te ayuda?
     —Me gustaría que fuera usted— no quería sonar como si estuviera evitando a su asistente pero después de lo ocurrido, estoy seguro de que tenía otras intenciones conmigo, las cuales no me hacen sentir cómodo del todo. —Creo que le tengo más confianza.
     —Bueno, está bien. Dejemos que Rosy atienda a Cris. —Le hizo señas a su asistente, ella me miró un poco apenada, después bajó la mirada y asintió. 
     —Entonces hoy vendrá Cristian también.
     —Si, solo que ya viene retrasado, se supone que hace 15 minutos ya deberia haber llegado, ese muchacho, seguro esta comiendo golosinas de la máquina espendedora de la cafeteria. Le encantan, a pesar de que es diabetico.
     —¿Tiene diabetes? — pregunté bastante sorprendido, no me lo había mencionado. 
     —Si, desde antes de tener el accidente. Pero parece que su juventud le ayuda, a pesar de que le encantan los dulces, sus niveles de glucosa no suben tanto. 
     —Menos mal— observé a nuentro alrededor y vi cerca de nosotros una mujer más o menos de mi misma edad. Estaba sentada igual en una gran silla eléctrica y también estaba conectada a un ventilador que la ayudaba a respirar como a mí. Sin embargo a pesar de eso, se miraba aún más discapacitada que yo, no movía  ningún músculo de su cara —¿Ella no puede hablar?
La doctora Lorena volteó para ver de quién estaba hablando y cuando se dió cuenta respondió —No puede hablar, ni comer. La alimentamos por una sonda PEG en su estómago, ya que no puede pasar alimentos por el esófago. —Ella le dio una mirada con tristeza después volteó para verme —Lo único que puede hacer es mover sus ojos. 
     —Que mal…— Me daba cierta tristeza saber que una persona tan joven como ella esté en esa penosa situación. Si yo a veces me sentía impotente de no poder hacer nada, debe ser aún peor no poder comunicarte con las personas que te rodean. —¿Tuvo un accidente también?, ¿Yo… pude terminar así? 
      —No, no fue un accidente. Ella padece una enfermedad degenerativa llamada ELA, esclerosis lateral amiotrófica que causa la degeneración de las células nerviosas. Causa la pérdida de funcionalidad de los músculos poco a poco, comienza con debilidad en las extremidades hasta que la persona ya no puede moverse, ni hablar, ni respirar. 
     —No tenía idea de que existía una enfermedad como esa— Ahora miraba a esa joven con respeto, seguro pasó por mucho antes de terminar así. Debió ser bastante difícil.
     —Pero su estado mental está intacto, ella piensa y siente dolor aun en las extremidades que no puede mover, a diferencia de ti. Tu perdiste la conexión con esos sentidos al romperte el cuello en ese accidente. 
     —Terrible, ¿cómo saben cuando sienten dolor?
     —Es difícil saberlo, muchas veces a las personas se les olvida que ellos también sienten. Como no pueden hablar hacen como si no existieran.
     —¿Es muy común esa enfermedad? ¿No hay forma de prevenirla o reducirla?
     —Es más común de lo que parece, aún así no sé sabe mucho de ella. No hay forma de prevenirla y mucho menos de reducir las consecuencias, los que la padecen, inevitablemente terminarán como Hilda. 
Me quedé bastante pensativo acerca de esa chica llamada Hilda. —¿Estás bien? — Lorena me estaba mirando detenidamente. 
     —Si, sólo estaba pensando, ojalá la ciencia pudiera hacer algo por personas como ella. 
     —Se necesitan investigadores que pongan sus ojos en ellos y en pacientes como tú. Tu podrías ser uno de ellos. 
     —Tal vez— sentí un salto de inspiración en mi pecho. —Pero para lograrlo tengo que dar todo de mi, incluyendo cuidar de mi cuerpo con terapia. 
     —Exacto, Ángel, eso es lo que debes hacer. ¿Comenzamos ya con la rutina?
     —Si, por favor. 

Amor en tiempos de tragedia...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora