Cap 43: Montar un pegaso

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— Sin intimidar — Aoki sacudió la cabeza con aburrimiento, estos juegos no fueron tan desafiantes cómo los que tuvo con su tía y no los disfrutaba cómo los que tenía con su hermana. Este humano tenía un nivel similar al de su hermanita, un poco superior, pero jugar con él solo le aburría. Disfrutaba jugar con su hermana pero por alguna razón le aburría jugar con esta persona.

— Estoy aburrida — Abarne dejó a un lado las piezas de ajedrez y miró a su hermano con ojos brillantes — ¿Le enseñamos a Lluvia como montar al pegaso? — Abarne hizo el triple de esfuerzos en crear oportunidades de que estos dos pasarán tiempo juntos, con la esperanza de que sus sentimientos amorosos crecieran y que al final se vincularan en una relación formal.

Tenía 3 razones para hacerlo. La primera es que era muy evidente que su hermano sentía algo por Nerea. La segunda era porque Abarne tenía un muy buen concepto de Nerea, le agradaba su personalidad y se llevaba bien con ella. Y la tercera razón era para destruir el curso de la trama original; sin importar cuántos cambios hubiera desde que llegó a este mundo, Abarne todavía no podía olvidar su rencor hacia ese libro basura y tomaría cada oportunidad que tuviera para descarrilar los hechos que originalmente ocurrirían en este mundo. Abarne sabía que algunas cosas no podrían ser cambiadas sin importar cuánto lo intente, pero ella consideró que hasta el más mínimo detalle cambiado haría una enorme diferencia en el futuro.

Dicho esto, su objetivo primordial era cambiar al protagonista masculino. Desecharía a ese ciego humano con personalidad protagónica mediocre y lo cambiaría por su hermano con potencial de villano posesivo.  Su hermano era fuerte, inteligente, leal y protector, aunque taciturno la mayor parte del tiempo, Abarne tenía muy claro lo posesivo que podría llegar a ser. Y tenía un plus especial: Aoki era unas diez veces más atractivo que el humano, y a pesar de su aspecto hechizante no opacaria a Nerea si se paraban uno al lado del otro.

Con todo esto, Abarne considero que serían la pareja perfecta.

« ¿....? » Nerea tenía enormes signos de interrogación flotando junto a su cabeza. « ¿Montar a caballo? Pero yo ya se hacer eso, hasta se montar hipocampos. Jamás he montado un caballo con alas pero no debería haber mucha diferencia ¿verdad? »

A pesar de todo, Nerea decidió no decir nada. Le daba mucha flojera escribir en este momento y consideró que ser enseñada por el lindo elfo iceberg no sería tan malo. Además, no podía hacer la vista gorda ante los gestos casi exagerados que Abarne le estaba lanzando.

De esta forma, cuatro personas se dirigieron al campo de equitación en la zona externa del castillo. Pese al sentimiento reacio de Abarne para traer al príncipe humano, no pudo hacer nada al respecto después de todo este era el territorio de Andrés Geles, y no podía echar a nadie de su propia casa ¿o si?

Mientras Abarne pensaba esto y miraba al humano como si quisiera derribarlo, Andrés tuvo un escalofrío en la espalda. ( ≧Д≦) «¿¡Por qué estás personas no pueden ser normales!? La única normal aquí es la chica que me ha estado ignorando desde que me conoció »

Los sirvientes ensillaron al pegaso que ahora pertenecía a Nerea (Silvestre ¿os acordáis de él?) y lo llevaron al campo. La criatura estaba muy feliz de volver a ver a su persona favorita y olvidó instantáneamente su mal humor al ser encerrado y ahora ensillado a la fuerza. Relinchó alegremente mientras movía su cola con emoción.

Los sirvientes también trajeron otros tres caballos alados para los otras personas. El pegaso personal de Andrés era un alto semental color negro, con un aire rebelde y heroico, su nombre era Trueno.

Abarne escogió una llameante yegua color rojo, que parecía ser de buen carácter y buena complexión. Preguntando al personal, Abarne supo el nombre de la yegua: Manzana.

Aoki, que no planeaba montar un pegaso hasta poder enseñarle cómo hacerlo a Nerea, escogió al azar a uno de los pegasos en el establo. Su elección descuidada lo emparejo con una yegua salvaje recientemente traída al establo. La pegaso era más alta que el pegaso macho promedio, su pelaje era de color arena y sus ojos eran negros, sus alas eran más grandes que las de la mayoría de los caballos alados del establo, y su personalidad era desenfrenada y rebelde, rayando en lo agresivo. Estaba demasiado inquieta y casi provoca un accidente mientras la ensillaban.

— Alteza Myrkviar, me temo que está yegua será muy difícil de manejar — el hombre encargado de los pegasos advirtió con preocupación — Todavía no está correctamente domesticada.

— Está bien — Aoki le resto importancia y se acercó para acariciar a la yegua — ¿Cuál es su nombre?

— Se llama Albaricoque. Fue recientemente entregada al Rey Regente por el Conde Fritz cómo parte del regalo de cumpleaños. A Su excelencia no le gusta montar pegasos por lo que la yegua terminó aquí y no en el establo personal del rey — explicó el hombre con paciencia.

— Ya veo — Aoki acarició la cabeza de la yegua hasta que está se calmo — Quítale la silla, la está incomodando.

— Pero, su alteza....

— No se preocupe. En Myrkviar montamos a los pegasos sin silla — Abarne agitó la mano con impaciencia. No estaba inventando cosas, en Myrkviar el símbolo de experticia en la equitación era hacerlo sin la silla. Su hermano podía hacerlo a la perfección, por otro lado ella aún debía usar la silla si quería evitar el desastre de la última vez que lo intento sin la silla.

*Suspira* La equitación no es para ella.

El hombre se encogió de hombros y decidió cumplir la orden.

Mientras el personal cumplía esa orden, Aoki le enseñó a Nerea cómo subirse al pegaso y como controlarlo. No fue muy difícil ya que Silvestre estaba dispuesto a ser obediente.

Abarne contempló el ambiente cargado de burbujas rosas por un momento antes de darse la vuelta para arrastrar al paralizado y celoso Andrés a correr una carrera.

— Deja de buscar sufrir y corre contra mi — Abarne jalo al humano de las orejas como si estuviera educando a su hijo rebelde.

— Ay ay ay... Mis orejas... Correré contra usted princesa pero antes suelteme... Me va a arrancar la oreja... — Andrés estaba impotente contra esta prepotente princesa elfo, siguió a la mujer una vez ella le soltó la oreja y suspiró con resignación.

La sirenita: ¡Así no será la historia!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora