El librito rojo, al darse cuenta de que esa persona no lo seguía, se marchitó un poco y parecía perdido. Si tuviera un rostro humano, quizás tendría una expresión muy frustrada en ese momento. Después de un segundo empezó a dar varios saltos en el mismo lugar, expresando su frustración con acciones.
Después de unos segundos de rabietas, el librito rojo tuvo una idea y abrió las hojas en una página específica. En la página había un simple dibujo, a blanco y negro, de una joven mujer acostada en la playa; sus pestañas eran muy largas y sus cejas muy delicadas, su largo cabello rizado estaba adornado por numerosos adornos de perlas y caracoles marinos, sus ojos estaban cerrados pero una lágrima perlada colgaba de la punta de sus pestañas, sus labios regordetes sonreían de tal forma que parecía sufrir mucho. El cuerpo de la mujer era esbelto y curvilíneo, burbujas de mar cubrían la mitad de su parte inferior del cuerpo, los detalles de sus escamas eran muy distintivos. La joven en la pintura era una bella sirena.
Las pupilas de Dahlia temblaron e impulsivamente retomo su persecución al libro. Para su sorpresa, la prohibición no la repelió y solo sintió como si atravesara una capa de papiro transparente.
Cuando cruzó al otro lado, las perlas luminosas parpadearon brevemente y el aire comenzó a volverse frío.
El libro rojo estaba muy satisfecho y siguió adelante con saltos estables.
Dahlia comenzó a notar algo muy extraño: todos los pasillos de está área de veían iguales. Los libros aquí eran todos grises y del mismo tamaño, a primera vista su textura del exterior era completamente lisa sin ningún tipo de inscripción o grabado. Montones de libros completa y totalmente idénticos, este tipo de situación era completamente imposible en una biblioteca normal. Incluso la alfombra y los estantes se tornaron de color gris en el momento en que atravesó la barrera.
Lo único colorido y llamativo en ese lugar era el libro que seguía saltando y brincando por el pasillo.
Dahlia comenzó a arrepentirse de su desición impulsiva de seguir a esa cosa, pero ya no podía dar marcha atrás, no sabía si caminar sola podría culminar en ella cayendo en trampas mortales, por ahora el lugar más seguro era estar cerca del libro.
A medida que avanzaban, Dahlia estaba empezando a sentir que su cabeza daba vueltas cada vez con más fuerza. Había un sentimiento de que algo intentaba ser sacado a la fuerza de su cabeza, lo que le provocó un fuerte dolor.
El rostro de Dahlia se puso completamente pálido y un sudor frío resbaló por su rostro. Su vista empezó a ponerse borrosa.
« He cometido un error... »
Su cuerpo perdió gradualmente el control y golpeó el suelo con un golpe seco. Su conciencia cayó en un sueño profundo.
El pasillo gris se inundó con una luz azul y los estantes comenzaron a desvanecerse hasta que el lugar se convirtió en una cueva. Las paredes rocosas estaban incrustadas con cristales que destellaban en azul, por lo que no estaba oscuro del todo. Había un pequeño estanque en medio de la cueva, del que salía un brillo azul más intenso, el agua en el momento estanque ondulaba periódicamente. No había planta alguna en la cueva, solo esos cristales iridiscentes de formas irregulares y pequeños tamaños.
— Hiss... Mi cabeza... No voy a volver a seguir a cosas posiblemente malditas... — Dahlia cubrió su cabeza con sus brazos y habló con la lengua enredada — ¿Dónde estoy...?
Dahlia se sentó en el duro suelo de roca con grandes signos de interrogación en su cabeza. Al observar la cueva, cayó en la cuenta de que no había ningún libro rojo por ninguna parte.
— Me traes aquí y me abandonas en este lugar desierto... Si eres una cosa maldita — Dahlia murmuró con ira mientras frotaba su adolorida cabeza — ¡¿Hola?! ¡¿Hay alguien aquí?! ¡¿Alguien?! — gritó un par de veces pero decidió parar al sentir el dolor en su garganta. Suspiró con frustración y empezó a retirar sus extremidades rígidas para matar el tiempo mientras se recuperaba de su dolor de cabeza.
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La sirenita: ¡Así no será la historia!
FantasyViolette Delfina De la Costa era una prometedora estudiante de la facultad de derecho de la Universidad central, hasta que... en unas vacaciones de regreso a su ciudad natal, el avión en el que viajaba cayó al mar. Como si fuera un mal chiste, rena...