Abarne contempló el ambiente cargado de burbujas rosas por un momento antes de darse la vuelta para arrastrar al paralizado y celoso Andrés a correr una carrera. «Esto es un golpe muy bajo para los perros solteros. Hay que huir rápidamente »
— Deja de buscar sufrir viendo esto, no seas masoquista y corre contra mi — Abarne jaló al humano de las orejas como si estuviera educando a su hijo rebelde.
— Ay ay ay... Mis orejas... Correré contra usted princesa pero antes suelteme... Me va a arrancar la oreja... — Andrés estaba impotente contra esta prepotente princesa elfo, siguió a la mujer una vez ella le soltó la oreja y suspiró con resignación ante su inminente destino.
Para sorpresa de todos, incluidos los dos competidores, al correr en los pegasos la disputa estaba tan reñida que era difícil saber quién ganaría. Y está situación, estimuló el sentido competitivo de ambos y empezaron a correr cada vez más en serio, hasta que se involucraron en una pelea feroz.
Por otra parte, Aoki enseñó con gran dedicación a la muchacha de ojos verdes. Al principio, Nerea estaba demasiado incómoda para disfrutarlo, pero después de algo de tiempo pudo obtener el sentimiento y empezó a sentir que montar un caballo nuevamente era entretenido.
Pero aún así... Nerea sintió que se estaba perdiendo la verdadera diversión. No podía ignorar tan directamente a las dos personas que volaban a gran velocidad alrededor de la pista de carreras.
Montar a caballo era divertido pero ¡se supone que estaba montando un pegaso! ¿No se suponía que los pegasos deberían saber volar?
Aoki pudo ver de un vistazo los pensamientos de la chica, solo pudo suspirar con pesar.
— Aún no. No es tan fácil como parece... — Aoki detuvo al caballo alado para que Nerea pudiera prestarle atención a la carrera de su hermana y el humano. Después de un minuto de silencio, continuo — Además tu cuerpo todavía está demasiado vulnerable, y los fuertes vientos al cabalgar en el aire pueden provocar un retroceso en tu recuperación.
Nerea puso los ojos en blanco y quiso maldecir en voz alta. «¿Era necesario recordarme esto otra vez? ¿Por qué te gusta patear a la persona caída?» Apesar de todo, estaba muy conmovida por la preocupación que el hombre mostró por ella y un pequeño rubor tinturó sus orejas.
Su despotrica interna provocó que perdiera el equilibrio del caballo y cayera de él. Su alma casi sale volando del susto.
Aoki estiró sus brazos y la atrapó en el aire. Ambos se miraron con miradas en blanco, sintiendo que sus corazones se aceleraban al mismo tiempo. Con las orejas rojas, ambos perdieron el rumbo de sus pensamientos por un segundo y no supieron cómo reaccionar, por lo que esta postura se mantuvo por unos incómodos segundos.
— ... Ten.... Ten cuidado — Aoki recuperó rápidamente el sentido y ayudó a Nerea a pararse firmemente en el suelo antes de alejarse un paso y toser un par de veces avergonzado. Las orejas puntiagudas del elfo, ocultas bajo su cabello plateado largo, estaban coloradas de un color rosa.
Nerea también volvió en si y tosió incómodamente con la cara sonrojada. Su corazón todavía no había vuelto a la normalidad pero a diferencia de sus ataques cardíacos, esta anormalidad que experimentaba cuando estaba cerca del elfo no era para nada incómoda, por el contrario, de alguna manera anhelaba esta cercanía.
— Cof Cof... *Suspira* — Aoki consideró el paso a seguir para romper el silencio incómodo y de repente se le ocurrió una idea — Ven conmigo, te llevaré a montar el pegaso de verdad.
Los ojos de Nerea instantáneamente se iluminaron y olvidó instantáneamente el punto muerto en el que estaban.
— Pero, debes usar una capa para mantener tu temperatura — Aoki detuvo el salto alegre de la chica y expuso su condición, a la que no recibiría un No por respuesta.
Nerea asintió como un pollo picoteando maíz, sus ojos aún brillaban con emoción.
Aoki sonrió levemente y ordenó a un sirviente que trajera un abrigo para la chica. En unos minutos la sirvienta volvió con un abrigo largo color azul turquesa, teniendo en cuenta el clima costero el abrigo era medianamente grueso para evitar el sofoco.
Aoki ayudó a Nerea a ponerse correctamente el abrigo antes de llevarla en dirección a la pegaso color arena.
En un principio, Aoki pretendía usar a Silvestre en esta ocasión, para evitar exponer a Nerea en peligro, sin embargo el supuestamente manso Silvestre se negó rotundamente a permitir que el hombre montara en él.
Así que al final, Aoki cambio sus planes y decidió estar el doble de atento por si ocurría algún incidente.
✨✨✨✨✨
Dahlia abrió lentamente sus ojos, sintiendo que por primera vez en estos dos años había logrado dormir sin pesadillas.
Calculando el tiempo de sueño, había dormido alrededor de 4 horas. No era mucho, pero se sentía más o menos renovada. Y sin el cargo mental de las pesadillas, Dahlia se sentía casi tan fresca como una lechuga.
Dahlia se sentó lentamente y procesó su situación actual.
Las otras dos chicas no estaban por ningún lado y el lugar estaba en un cómodo silencio.
Dahlia salió de la habitación y preguntó a una sirvienta a dónde fueron los otros. Al enterarse de su ubicación, Dahlia decidió no ir a perturbar el ambiente.
Además, no le gustaban ese tipo de deportes. Ella era más bien una mujer inclinada a las actividades de interiores como leer, pintar, bordar, escribir, etc.
Todo el deporte que ha hecho durante toda su vida, se reducen a esos dos años de vivir durante la Tormenta eterna. Por lo que sus deseos deportivos casi mueren en la cuna.
En lugar de buscar problemas para si misma, decidió ir a la biblioteca real en la zona interior del palacio para buscar los libros sobre sirenas que ya había leído en su vida pasada, con el objetivo de refrescar su memoria y pasar el tiempo hasta su cena programada fin las otras dos chicas.
Dahlia se arregló el desordenado cabello y tomo rumbo hacia la gran biblioteca.
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La sirenita: ¡Así no será la historia!
FantasyViolette Delfina De la Costa era una prometedora estudiante de la facultad de derecho de la Universidad central, hasta que... en unas vacaciones de regreso a su ciudad natal, el avión en el que viajaba cayó al mar. Como si fuera un mal chiste, rena...