~47~

11.3K 783 119
                                    

Thaile

Intento disfrutar de mi helado de arándanos, un capricho que pedí especialmente para mí en el último encargo a los asistentes domésticos de la hacienda. El plan era comer tranquila ahora que la servidumbre ha terminado sus labores en la cocina. Sin embargo, mi paz se ve interrumpida por un par de ojos marrones que no dejan de observarme.

—¿Quieres? —le pregunto a Mike, señalando el bote de helado. Sus ojos se iluminan y asiente con entusiasmo, así que tomo otra cuchara del cubertero y se la paso.

Aproveché que la cocina estaba vacía para disfrutar de este momento, pero no contaba con que Mike, quien parece conocer cada rincón de esta hacienda mejor que yo, me encontrara tan fácilmente.

—Toma —le digo mientras le entrego la cuchara. Sin perder tiempo, ataca el tarro de helado con una sonrisa.

—¿Tú tienes novio? —pregunta de repente, lamiendo su cuchara. La pregunta me toma por sorpresa, y frunzo el ceño.

—Algo así, pero se murió —respondo, llevándome una cucharada de helado a la boca para mantener la calma.

—Oh, eso es triste —dice inocentemente, bajando la mirada.

—Sí, ya lo sé...

—Ojalá sea un angelito —añade apenado, deteniéndose un momento—. ¿Qué le pasó?

Suspiro exageradamente antes de responder.

—Le dio un mal llamado 'dormí con la perra de Charlotte'.

Sus ojos se abren como platos.

—¿Qué es eso?

—Nada, pequeño curioso —le digo, señalando la cuchara que ha soltado para que continúe comiendo su postre—. Mejor dime tú, ¿por qué quieres saber si tengo novio?

Mike me mira fijamente antes de soltar una bomba que me deja helada, mucho más que el helado que estamos comiendo.

—Por tu bebé —dice con total naturalidad—. Quería saber quién es el papá, yo quiero uno.

Dejo caer la cuchara, sintiendo cómo el aire se me escapa y un escalofrío recorre mi columna. No puedo apartar la vista de él, mi mente en blanco, tratando de entender lo que acaba de decir.

—¿Cómo...? —intento preguntar, pero las palabras se me atragantan. Él, en cambio, vuelve al bote de helado como si nada.

—Mami dice que el mío también se murió, así que también es un angelito. Pero quiero un papi.

La inocencia con la que lo dice me desarma completamente. Me siento atrapada entre la necesidad de entender y el miedo a la verdad que podría descubrir si sigo preguntando.

—¿Me haces un favor, Mike? —le digo, intentando mantener la calma.

—¿Sí?

—¿Me prometes que lo de mi bebé será un secreto entre tú y yo?

Asiente divertido, como si fuera un juego más. Sus ojos brillan con complicidad.

De repente, la puerta de la cocina se abre de golpe, y Perica entra con prisa.

—¡Mike! —exclama—. Aquí estás. Mami te está buscando para almorzar, y no deberías estar comiendo dulce.

Me ignora por completo mientras lo alza en brazos. Mike me mira por encima del hombro de Perica y se lleva un dedo a los labios, sonriendo en un gesto de secreto compartido. Le devuelvo la sonrisa, aunque por dentro siento un nudo en el estómago.

Mientras ellos salen de la cocina, me quedo inmóvil, todavía procesando lo que acaba de ocurrir. Miro el tarro de helado medio vacío, ahora insípido y frío en mi mano. La revelación de Mike resuena en mi mente, y la incertidumbre se mezcla con un miedo latente que no puedo sacudirme.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora