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Ciudad de México, México.

Para el rubio, ese día fue totalmente normal, o así lo parecía, estaba lleno de energía, el día de mañana anunciaría oficialmente la vista del Papa a tierras mexicanas, sin duda era un gran bálsamo para un gobierno un tanto polarizado por las masas, que no terminaban de aceptar a un Presidente joven y antipartidista, los rumores sobre la llegada del sumo Pontífice a México había corrido por varios medios, así que esperaba una gran reacción del pueblo ante la visita.

Se sentó en el desayunador del jardín con la intención de tomar los primeros alimentos del día acompañado del señor sol, los rayos golpeaban agradablemente su rostro.

Cerro sus ojos disfrutando del momento, hasta que pidió a una de la mujeres de servicio traer a su esposa para tomar el desayuno juntos.

Esperaba que poder hacer pequeñas actividades juntas cada día, haría que la ojiverde se fuera abriendo a el, y sobre todo acostumbrarse a su presencia, la cual sería una constante en los próximos años.

No había tenido ningún tipo de contacto con Camila desde la última vez que hablaron, y estaba feliz, sabía que la castaña tenía mucho poder, no era en vano venir de dos de las familias más poderosas del país, tanto en el ámbito empresarial como político. Pero lo cierto es que mientras el estuviera en la silla presidencial, nadie tendría más poder que el.

Una ventaja que Leonel tenía claro, es que Camila Castelli Echartea era una de las mujeres más ingenuas que conocía, con valores y pensamientos muy idealizados, productos del privilegios que gozo toda su vida.

Un mundo ideal, un mundo de cristal.

Subestimar a Camila quizá era correcto, pero ignorar a su Primera Dama un total error.

Los minutos transcurrieron y Lauren no aparecía para tomar el desayuno, comenzó a comer su fruta cuando pensó que quizá estaba haciendo un berrinche para no bajar y tener que verlo, varias veces le había hecho saber que su presencia le daba asco, y lo poco que lo soportaba.

Su desprecio dolía, pero estaba aferrado a ella.

Estaba tan ensimismado en sus pensamientos sobre su esposa que no noto, la forma en que la seguridad del lugar caminaba por los jardines así como por cada espacio de la casa.

Era más movimiento de lo normal pero Leonel pensaba era un protocolo normal de seguridad.

Hasta que bebió su último trago de café fue cuando todo perdió la cotidianidad, Ledezma, su jefe de seguridad y hombre de confianza se acercó con cara de pocos amigos, como era costumbre pero con un destello de nerviosismo.

-"Señor, tenemos un problema" Dijo el hombre con sus brazos cruzados por su espalda, Leonel limpio su boca y manos, aventando la servilleta en la mesa.

-"¿Que paso?" Cuestiono con tranquilidad aún sin imaginar que sucedía.

Ledezma se aclaró la garganta tratando de poner palabras correctas en su boca. -"La señora Duarte no se encuentra en su habitación, tampoco en ningún lugar de Los Encinos" Informo. El Presidente abrió los ojos de par en par, parándose de su asiento.

-"¿Cómo que no está? No es posible que haya salido de la casa así como así, y si es así no debió ir muy lejos ¿Quien la ayudo?" Preguntó ahora ya con molestia y desespero.

-"Las cámaras de seguridad marcan que a las 2:16 AM una camioneta oficial se paró unos segundos en la puerta de servicio, dos personas la abordaron pero no se alcanza a ver quién manejaba o quienes se subieron, pero ..." Fue interrumpido por los gritos de el rubio quien estaba furioso.

-"!!Que puto incompetente!! Quiero que se ineterrogue a todos las personas que tuvieron contacto con ella, así como a al personal que trabajo anoche, y tambien al joto que era su asistente personal, búscalo." Ordenó sintiendose estúpido. -"Encuéntrala y tráemela" Se sintió como una advertencia más que como una orden.

Imperio Y PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora