Capítulo 16

637 46 0
                                    

30 de septiembre del 2016

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

30 de septiembre del 2016.
Sicilia, Italia.

"il patto era rotto"

Camino por el extenso pasillo con mis manos vacías y en mi mente miles de dudas se implantan, pero aun así sigo en busca de Zinerva Santoro, porque me exigió que en cuanto termine de limpiar la cocina vaya a buscarla en la entrada principal del castillo, ya que me daría un trabajo especial para el día de hoy. Pero aquello fue una cosa que me desconcertó por completo, porque esa mujer con porte altivo no se arriesgaría a poner algo importante en manos de una cualquiera, supongo que amaba mucho su trabajo como para que alguien lo arruine o quizás temía, en lo profundo de ella, que si cometía algún error le costará la cabeza, no lo sé realmente, pero hace años entendí que el miedo te lleva a hacer cosas que jamás imaginaste.

Traté de parecer lo más indiferente posible ante su pedido, como si no hubiera nada de extraño, sin embargo, me mantuve alerta todo el día, porque luego de aquella conversación que escuche esa noche no pienso bajar la guardia, porque si bien Zinerva dijo que no haría nada al respecto no pienso confiarme de más.

Estoy por llegar a la entrada principal, pero al caminar por una enorme sala con hermosos sillones de cuero negro y una chimenea que emana calor en esta habitación tan fría, me encuentro con alguien que hace que instantáneamente me frene en mi lugar, quizás por la curiosidad que causa en mí o simplemente porque su mirada me gritó que me detuviera, no lo sabía con certeza.

Observé a aquel hombre que estaba frente al fuego y que me mira como si fuera portadora de la peste negra, pero yo solo le devolví la mirada, jamás me permitiría bajarla, aunque sabía que estaba en desventaja y que este señor quiere sacarme del camino.

Por un momento, creí que lo mejor sería ignorarlo y seguir con mi camino, ya que si decía algo indebido podría tranquilamente matarme sin más, porque tan solo era la maldita servidumbre, todavía no tenía ningún papel importante aquí ni ejercía respeto, solo era un peón más en este enorme tablero. Pero supe que no podría mantener la boca callada ni mi impulsividad a raya, porque ese hombre de ojos negros terminó condenándose como siempre, pero era lo obvio, porque desde un primer momento supe que era un maldito eslabón débil, que se perjudicaría a sí mismo constantemente.

—Tienes que quitarte ese color de la cabeza—exigió sin descaro alguno y me frene mirándolo con soberbia.

—¿Solo debo de hacerlo por qué tú lo dices?—pregunté con ironía.

—No—respondió esta vez con más despreocupación—es porque el rojo es un color prohibido aquí.

Y en ese momento comencé a unir aún más cabos y entendí rápidamente que estaba conectado con Helena porque, después de todo, en aquella obra se la retrata únicamente con un largo y sedoso vestido rojo, que al parecer está pintado con la mismísima sangre de la mujer que tuvo en el vientre a tres escorias, eso es lo único que tengo claro ahora.

Vendetta © [+21] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora