Capítulo 30

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17 de octubre del 2016

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17 de octubre del 2016.
Sicilia, Italia.

"Sarò la principessa che ha ucciso il principe"

Intenté moverme aunque sea un simple milímetro, pero mi piel entera parecía estar sujeta al suave colchón que dejó de ser reconfortante hace demasiado tiempo, ya que la primera noche creí y calculé que esto no estaría tan mal, porque era mucho mejor que los calabozos repletos de tortura y denigración, ya que lo que practicaban conmigo aún al recordarlo se me eriza la piel y mi garganta se cierra y en mi sistema vuelve a aparecer esa sensación de ahogamiento, como si estuviera hundida en el océano y no tuviera escapatoria.

Aunque sin duda, en mi interior se implantaba la pregunta de qué era peor, ya que al principio luego de que en la subasta todo se fuera por la borda y Vittorio me haya elegido a mí en lugar de a Gaia me preocupé, ya que realmente era poco lo que sabía de él, pero temí más por mi compañera de Tropa, porque sabía perfectamente lo basura que era Pietro Pagano, un ser sin moral, ni remordimiento que solo abusaba de su poder y sometía a su antojo. Estaba muy preocupada por la rubia, porque aunque sabía que no era débil y seguiría aguantando, entendía que hace bastante que no nos encontramos con el terror en persona y más aún estando solos, porque siempre fuimos un equipo y jamás permanecimos tanto tiempo alejados y cada quien soportando su propia mierda, todos aquí sufrimos a nuestra manera y aunque por un instante pensé que Vittorio D'amico solo era un idiota que vivía en un mundo paralelo, en donde él era un héroe y una mujer una damisela débil y en apuros, jamás imaginé cuan obsesionado podía estar con su propia fantasía.

Era un maldito personaje que fingía toda clase de peligros solo para creer que me salvaba, pero eso no era lo peor, lo más repugnante de esto es que no me deja salir de la puta habitación, porque dice que ahí fuera existe una bestia malvada que si me ve me alejara de él para siempre, por eso mismo aunque pudiera, o mejor dicho, intentará moverme de la cama no llegaría muy lejos, no solamente porque la puerta estuviera cerrada, si no por el enorme grillete que rodea mi tobillo y me impide ir más allá de un simple metro. Estaba atrapada y aunque deseara que en soledad, sentía su mirada avellana sobre mí, pero ni siquiera quería voltear a ver al rubio que está afilando su cuchillo, o mejor dicho espada, la cual proclama su más preciada reliquia por ser aquella forjada únicamente para matar a monstruos, por eso mismo creo que algún día se le incrustara en el pecho a él mismo.

Principessa¹, veo en tus ojos una profunda tristeza, que sólo deja a mi alma en una intangible pena—comenzó con su ridículo verso para hacerme caer en un encanto, pero simplemente esas cosas jamás funcionarán conmigo—deseo poder deleitarme con tu blanquecina sonrisa y que tus ojos zafiros me transporten a un paraje, donde éstos implanten flores en las grietas de mi corazón.

Muchos hubieran caído en la tentación de sus palabras porque, después de todo, sabía manipular a través de ellas y creer que realmente era la princesa de algo, ya que sus ojos reflejaban pura adoración junto con una veneración haciéndole justicia a sus palabras, ya que cualquiera pensaría que es un auténtico caballero que solo tiene ojos para una mujer y quizás lo era en su extraña mente, porque jamás gritaba, mucho menos insultaba, daba gustos y comodidades, incluso no era capaz de tocar un solo cabello de mí si yo no se lo permitía, me llenaba de palabras dulces y caricias más suaves que la misma brisa.

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