Capítulo 50

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24 de diciembre del 2016

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24 de diciembre del 2016.
Sicilia, Italia.

"Vendetta"

Parte II

Entre tanta ruina que reflejaban los ojos de Hades, como si su alma hubiera sido ultrajada, su corazón profanado y su mente torturada, una voz completamente rota y al borde del llanto rompe el silencio sepulcral que se sentía en la sala, en aquella donde la muerte nos respira a todos en la nuca y aquella que parece no querer soltarnos nunca.

—Esto no verdad, claro que mientes, cagna—y aunque lo estuviera viendo, me parecía imposible que Zeus Giordano esté llorando—yo te compré en un puto cargamento y te estaba por dar mi puñetero mundo. No puedes hacerme esto.

Lo ví llorando como un niño pequeño, lleno de dolor, desamparo y desolación, como si el mundo quisiera quitarle todo, como si supiera que él no puede ser amado y temí, porque si un hombre como Zeus cayó tan fuerte por Fiorella ¿Qué sucedió con ella? No quería voltear a verla, tenía miedo de perder a toda mi Élite y que ellos me suelten la mano, ya que puedo jurar que ninguno salió intacto de las personas que tenemos delante. Pero de repente, se escucha su voz firme, demandante y juraría que más letal que nunca, dándome la seguridad de que ella siempre estaría de mi lado, porque definitivamente es mi soldado más leal, fuerte y empoderada.

—Yo no miento nunca, bastardo. Y fue tu equivocación creer que la intercepción del cargamento donde íbamos era un simple error—sentenció firme, pero juro que en sus ojos marrones una guerra interna se desata, entre lo correcto y lo que anhelamos—incluso fue tu equivocación querer probar que podías tomar tus propias decisiones sin la aprobación de tu hermano, porque Julio Caponé te introdujo a la boca del lobo con tus guardias.

—¡Eres una maldita zorra, igual que todas ellas!—la apuntó con el dedo Deméter, mientras su hermano se quedó sin palabras—¿Cómo pueden traicionarnos luego de todo lo que hicimos por ustedes?

Y en ese momento, el silencio reinó hasta que sucedió lo impensable, porque una risa siniestra y llena de rencor se hizo presente, una que no se trataba de nadie menos que Gaia Oliveri, la pequeña flor de la milicia y aquella que parecía tener más odio que cualquiera de nosotros.

—¿Hicieron algo por nosotros?—preguntó con ironía sin despegar sus ojos de su victimario—solo nos torturaron, nos violaron, humillaron y nos dejaron en la peor miseria sin motivo alguno, solo nos usaron como juguetes, siendo unas simples mujeres que fueron vendidas y menos mal que pudimos sacar a las verdaderas, porque nadie hubiera podido aguantar lo que nosotras.

Contestó roja en ira, se podía notar el dolor en sus pupilas y los traumas saliendo de sus poros, pero a pesar de todo parecía orgullosa de ella misma por ser fuerte y perseverante. Parecía ansiosa de la victoria y de poder contarle a su hermanita que logró lo imposible y que no es la frágil flor que todos la aclaman. La flor volvería hecha árbol, uno demasiado fuerte y con las raíces bien puestas para ser comandante de su propia Tropa.

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