Capítulo 45

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2 de diciembre del 2016

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2 de diciembre del 2016.
Sicilia, Italia.

"l'ultima prova"

Me mantenía serio y firme mientras detrás de mi escritorio esperaba señales de vida de mis sfumature, ya que pronto traerán grandes noticias si las cosas salían como estaban estipuladas. Realmente lo esperaba, porque necesitaba solucionar cuanto antes todas las incertidumbres que aún rondan en mi quebrada y dolorida cabeza que cada día sufre esa intermitente migraña que no me deja descansar, o quizá sea la resaca de la noche anterior.

Suspiré evitando escuchar las palabras del hombre frente a mí, porque estoy seguro que solo son regaños o miradas de asco hacia todo lo que soy ahora mismo. Lo entendía, ya no parecía aquel hombre de excelencia y porte perfecto, ahora solo era un adulto jodido, aunque creo que siempre lo fui en el interior, solo que estas últimas noches han sido duras desde el secuestro de mi mujer, mis intentos por recuperarla, de mostrarle a todos que tenemos soldados, verla destruida en la azotea de ese viejo edificio, observar cómo el pueblo italiano le rendía un respeto que nunca antes presencié y que el mismísimo Adriano mostraba orgulloso que había caído frente a ella, como jamás lo hizo con nadie, haciendo que un extraño sentimiento se expanda por todo mi sistema, pero me negaba a creer que era dolor, quizás solo era un ego partido. Sí, tal vez solo era eso.

Pero su voz grave fuerte y que destila poder emana por toda la habitación, no por gritos o fortaleza al decir esas palabras, si no por lo que quisieron expresar y lo que significaban.

—Tanto que repugnabas a tu padre y a Zeus, pero terminaste siendo igual de adicto que ellos—comentó con un tono de soberbia y asco, mirándome directo a los ojos.

Quise mantener mis ojos plomo sobre los suyos que eran unos tonos más claros y aunque vi su mirada llena de autosuficiencia, ego y repleta de desaprobación ante mi presencia, después de tantos años no intenté igualarla ni mucho menos forzar una guerra entre estas. Estaba cansado, mi cabeza dolía y aún no tenía noticias de mis soldados, así que solo me dediqué a mantener mis ojos sobre los suyos, solo que estos estaban repletos de cansancio y aburrimiento, o quizás y solo quizás, de muerte.

Adriano me encontró tirado en el escritorio de mi oficina, apestando a licor y en lugar de solo enojarse comenzó a regañarme, diciéndome lo irresponsable que soy y que por mi puta culpa los planes se retrasarán y el imperio podría correr un gran riesgo si tiene a una persona tan insensata ocupando el puesto de Capo. Yo apenas pude darme una ducha para que él siga con sus mierdas, creyéndose superior a cualquiera de aquí y si bien podía entender que tenía suficientes motivos para hacerlo, estaba cansado, ya suficientes errores cometí ayer en la noche como para que Adriano me los saque en cara.

—¿Acaso te comieron la lengua los ratones?—apoyó sus manos en mi escritorio, mirándome duramente—porque si yo te hablo, tú respondes.

Quería mantener mi postura, deseaba demostrarle que no me quebrantaré ante sus provocaciones, pero luego de dejar mi alma expuesta como un idiota de primera frente a Freya mis nervios se saltaron, mi cabeza está nublada ante mi vulnerabilidad y mi corazón estaba abierto dejando sentimientos que juré muertos, pero ante sus palabras y estado emocional solo pude pararme de mi sillón de cuero, para apoyar mis manos de igual forma y así enfrentarlo.

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