📌 : ❝ Jung Hoseok ama la poesía, a los animales y las sustancias que cambian el estado de ánimo. Acostumbrado a despertar entre los brazos de la dinamita, se ve arrinconado a buscar una solución a sus problemas para no perder la beca de estudios qu...
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Un dolor que prescribe
Su abuelo estaría orgulloso de él. Sin importar que tan mal lleve la rutina de la vida universitaria autoimpuesta y las responsabilidades de la vida adulta independiente, Hoseok es capaz de levantarse cada mañana de los días hábiles de la semana para cumplir con su propósito más reciente y necesario: aprobar Fisiología I.
Odiándose arrastra los pies en dirección a la biblioteca, esta vez con un café en la mano izquierda y la derecha sosteniendo su cabeza para evitar que se caiga de dolor. También es la posición más amena para tolerar el corte en el brazo.
Se siente algo ansioso. La situación vivida con Yoongi el sábado anterior le ha pasado la cuenta en muchos aspectos. Sobre todo, porque no sabe a qué tanto le da vuelta si sólo era un hombre conduciendo una motocicleta y él un imbécil que no sabe cruzar la calle sin poner en riesgo su vida en el proceso.
—Lo siento, señor Min —ensaya—. No quise faltarle el respeto, sólo iba apresurado huyendo de la policía, porque sino me iban a moler a palos. —Niega con su cabeza y le duele—. No, idiota, idiota —masculla—. Señor Min..., no, Yoongi, de verdad lo único que...
—¿Con quién hablas? —cuestiona alguien detrás de él.
Se paraliza por un instante, luego toma un respiro profundo antes de girar sobre su propio eje y encontrar a Yoongi, quien tiene una ceja alzada y medio rostro cubierto por un cubre bocas negro. Hoseok no emite respuesta a su cuestión.
El hombre pasa por su costado en silencio y sube las escaleras para abrir la puerta de la biblioteca y entrar sin él. Se tarda un poco en seguirlo, pero lo hace aún arrastrando los pies y los labios abultados de forma inconsciente.
La incomodidad se siente en el aire que ambos comparten dentro de aquellas cuatro paredes. A Hoseok le tiemblan las manos mientras anota su asistencia y cuando bebe de su café. Al menos puede disimular cuando el gato enorme y gordo salta sobre el mostrador para frotarse contra él. Le acaricia la cabeza con cuidado.
-—¿El gato tiene nombre?
—Señor Gato —contesta Yoongi.
¿Señor Gato? Tiene que ser broma.
—Uh. Ya veo. Señor Gato es.
—¿Te sientes bien? —examina Yoongi.
Lo mira de inmediato, se aclara la garganta e intenta hablar, pero las palabras se atoran. ¿Tanto se le nota? Se avergüenza. Las resacas comienzan a pasarle la cuenta o Yoongi sólo pretende amonestarle por algo sin razón aparente.
—Sí, señor. —Asiente de manera efusiva por un momento, pero con la punzada de dolor se detiene de golpe—. Estoy bien.
—Yoon-gi.
—Yoon-gi —repite en murmullo, desviando la mirada—. Comenzaré a trabajar.
Gracias al cielo no recibe oposición, por lo que inicia su trayecto con los carritos de libros y el gato detrás de él. Se pregunta cuándo se aburrirá de hacer aquello y espera que jamás. Lo último que necesita es que toda esta tortura sea en vano.