📌 : ❝ Jung Hoseok ama la poesía, a los animales y las sustancias que cambian el estado de ánimo. Acostumbrado a despertar entre los brazos de la dinamita, se ve arrinconado a buscar una solución a sus problemas para no perder la beca de estudios qu...
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Todo tiene un límite establecido
¿Por qué le parece tan mal aquella respuesta? Si es algo que esperaría oír cualquier persona.
¿Por qué se le ha hecho tan incómodo hasta el punto de llevar toda la semana pensando en ello cada vez que Sunhi lo besa?
«No puedo».
—¿Por qué? —cuestionó aquella noche.
Hoseok lo miró entristecido y se mordió el labio unos segundos antes de contestar.
—Sólo no puedo.
¿No puede? Sí, lo entiende a la perfección. Es difícil. No puede, porque no quiere. No puede, porque no sabe cómo hacerlo. No puede, porque ya no sabe vivir solo. No puede, porque ya no sabe continuar sin aquella dinámica en su vida.
No puedo, piensa Yoongi, viendo su mano aferrada a la de su esposa. Ambos sentados en el sofá, como buen domingo. Esperando a que Dahae haga el llamado emergente para traerla a la casa. Es algo tarde.
No puedo, viene a su mente, al notar como Sunhi lo observa y se apega a él.
Y aquel «no puedo» cambia de contexto cuando su mano es liberada para sentirla sobre su muslo. Son vacaciones. Sabe que nadie le obliga a decir «sí» de manera rotunda, pero ¿es correcto negarse a aquellas caricias sin una excusa que no la lastime? Se lo cuestiona cuando nota la mano de Sunhi escondiéndose debajo de su camiseta. Y luego cuando se levanta un poco del sofá para tomarle la barbilla y mirarlo a los ojos. Está pidiendo su consentimiento. Se le presiona el estómago. No puedo, quiere decir, lo siento. Sin embargo, no lo hace. En su lugar sonríe y cierra los ojos cuando Sunhi lo besa. El beso es pesado y húmedo. Sabe que ella lo necesita, puede sentirlo. Le tiemblan un poco los muslos. ¿Cuándo dejó de necesitarla a ella?
Jamás estuvo tan agradecido de tener una hija hasta hoy. El celular de Sunhi suena por toda la habitación, obligándolos a separarse. Nota sus mejillas enrojecidas y sonríe a medias en son de disculpas cuando su esposa se levanta para contestar. Regresa en cuestión de segundos.
—Es Dahae —suspira—. ¿Vas tú?
—Claro. —Se encoge de hombros—. Iré en el auto.
Besa la frente de Sunhi antes de dirigirse al garaje.
El trayecto de vuelta a casa es con una Dahae entusiasta y alegre. Le comenta cada una de sus aventuras este fin de semana junto a los Kim.
—Entonces, Tae y yo tuvimos una discusión en medio de la cena familiar —comenta Dahae entre risas—. Fue divertido, porque gané.
—¿Quién es Tae?
—El hermano mayor de Unju, papá. —Dahae blanquea los ojos—. Siempre hablo de él.
—Ah —murmura—. ¿Y sobre qué discutieron?
La sonrisa reaparece en su pequeño rostro, y continúa hablando sobre cómo logró que Taehyung cambiase su opinión acerca de las políticas medioambientales que el estado propone.